Me voy, el grito por fin escuchado, relato corto.

Me voy, el grito por fin escuchado.

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Pixabay editada en snapseed

Me voy dijo por dentro sin sacar sonido alguno, solo quedo en la mente ese pensamiento insistente, quería huir pero los pies no avanzaban y quedaban como dormidos en ese piso frío, ese de cemento bruto que jamás tuvo color ni brillo, la casa opaca de tantos años se caía por pedazos, lentos, de a poco, caía algo de la pared trasera mientras el cielo del comedor se despedazaba por las esquinas, me voy seguía gritando internamente pero nada hacía, nada hacía.

Miraba todo como buscando algún buen recuerdo, parecía travesura del destino o algo por estilo, nada venía, quizás nada había, era la costumbre a la presencia que no evocaba ningún sentimiento; me voy, esa voz interna que gritaba en silencio, ese al que tanto estaba ya acostumbrada, lo miraba y ahí estaba sentado frente al fogón con el perro ovejero a sus pies como haciéndole pleitesía, perro injusto si aquel jamás cuidó de él, animal traicionero se olvida que yo soy quien lo alimenta y cuida cada día.

Otra vez me mira con aquella mirada fría, se bien lo que quiere si siempre es lo mismo, la rutina no varía, desde el desayuno a la comida pasando por sus amargos, esos mates que ama más de lo que ama a su esposa, ya me acostumbre lentamente a esta vida pero ya estoy aburrida y sigo gritando que me voy, un me voy sin saber a dónde, qué cobarde soy, lo sé, lo sé.

Esta noche arreglaré mis atabales y dejando de lado el miedo y escapando de la maldita rutina, esa que no tiene cariño ni menos sentido, parto dejando al hombre que juro ante Dios amarme y protegerme, lo dejó con su ovejero el animal que tiene más derechos que su propia esposa y haciendo por fin caso a mi grito interno me voy, me voy de esta rutina, de esta vida vacía.


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