Poesía narrativa: Un pacto con el agua [Esp-Eng]

Como el reflejo de un vidrio roto, mi visión era borrosa. Los extremos de una escena caotica, caían como fragmentos de un cuadro destrozado hervido en rojo. La pesadez y la mortalidad a flor de piel, caminaban sobre mi cuerpo y mi consciencia como un ciempiés. Las nubes contaminaban mis ojos y sentía toda la sed de libertad. Pero las uñas se habían quebrado junto con las falanges de huesos expuestos implorando quien me pudiera salvar.

Presa deliciosa en una noche sin prisas, los gritos los excitaba mientras el desespero escalaba colina arriba. El despojo fue una fase mientras todo se oscurecía, mares de estrellas en la noche fría. Las lágrimas saladas caían mientras me sangraban las rodillas. Un mal giro en una esquina, mejor yo que la niña de mi vecina.

Nunca le tuve miedo a pecar ante dios, solo le tuve miedo a la mano de mi igual, y mi final me dio la razón. Ese día fue pesado en mi universidad, las piernas me dolían de tanto caminar. Era viernes y solo quería descansar, pero el alcohol y la perversión acrecentaron en aquellas almas frustradas en falta de valor, de humanidad o amor.

Navegantes de las olas, pescadores de oficio y borrachos hasta altas horas. Altura y cuerpos perfectos para sobrepasar mi fuerza y someterme ante ellos. El olor por poco me desmaya, tal vez hubiera sido más fácil pero me obligaron a beber. El dolor del abuso y mi vergüenza a la desnudes. Llorar no sirvió de nada ante la moral en escases, mi cabello sujetaban con fuerza sin poderlos detener.

Borrosos recuerdos debido a la bebida que corría dentro de mí. Delirante, sangrante y adolorida, luego de tantas horas sin salida, su entretenimiento finalmente los aburría. Pensaba que amenazarían a mi familia y me dejarían ir para yo poder esconderme bajo mi cobija, pero en cambio no querían consecuencias por su iniciativa.

En el último arrebato de firmar con sangre su delito, sus manos grandes cubrieron con frenesí mi cuello adolorido. La falta de aire no fue lo peor, sino el sentir mis huesos partirse con su peso de callejero boxeador. Las risas no faltaron en un ánimo de porras sin reparo. Mis manos atadas no lograron liberarse, mis piernas sujetas no fueran contrincantes y mis gritos en medio del mar no los escuchó nadie.

Mi cabello cortaron por descarte, mi cuerpo agujerearon para dejar correr la sangre y al mar abierto arrojaron mi cadáver. El cielo soleado era una ironía, mis ojos abiertos viendo pasar los peces y las sinfonías, mi alma vagaba como una hoja a la deriva. Pero finalmente una respuesta obtuve de mi última petición en vida.

El mar una suave caricia me otorgó por lastima o simpatía. Mi alma volvió a mi cuerpo como algo en lo que nunca creería, pero con el acompañamiento de tiburones y bestias marinas, hallé su embarcación aun faltando mucho para llegar a la costa en la que yo vivía. No sería una visita pacifica, el pacto con el agua me había traído de vuelta solo para atormentar a mis homicidas.

El motor fue lo primero en descomponerse, no era un fallo de mecanismo, era la niebla de un poder creciente. Acorralarlos y llenarlos de miedo fue una sensación nueva y diferente. Carecían de escrúpulos como para quitar una vida, pero las pisadas mojadas y susurros en las esquinas, los hacían gritar como pequeñas niñas.

En la caldera, el primero terminó sin cabeza, luego de un grito y una expresión de susto sincera. El siguiente, el cual dijo que lo que me hicieron “había sido una buena fiesta”, se lanzó hipnotizado al agua donde los tiburones disfrutaron de su ingesta. El tercero, quien conocía a mis padres desde hace un par de décadas, él fue el más destrozado por mi justicia certera.

Terror subía por su espalda y el agua a la cabina entraba. A sus compañeros buscaba con iracundas palabras. Descubrir la decoración en rojo de la escena en la caldera, alertó su más temerosas pesadillas de una muerte lejos de tierra. En la búsqueda de un intruso tangible que mutilar, el faro apuntando a las aguas reveló los restos de su amigo de la infancia al que no se le podía salvar.

Corriendo de un lado a otro en busca de un arma, encontró rastros de mi cabello guiándolo a la cama, donde mi vida apagó sin remordimientos ni lágrimas. El nerviosismo hacia mella en su alma agitada, pues no se puede luchar contra un fantasma. El sudor por su rostro se deslizaba y lleno de miedo luego de horas sin encontrar nada, el cansancio lo abrazaba.

Faltando poco para el amanecer y a pocos metros del muelle donde me arrastraron sin poderlos detener. Sus parpados cansados estaban a punto de caer, fue entonces que mi susurro en su oído lo hizo entender, que no había sido una pesadilla que no podía comprender. Finalmente aparecí ante él y sus temores confirmé.

El shock de verme de pie, quebró en su psique algo irremediable. No lo podía creer y aun así intentó dispararme, en mi cuerpo se incrustaron las balas que ya no podían dañarme. Era momento de pagar por lo que aquí se hace. Sus gritos y puntería errante no fueron suficientes para que evitara acercarme.

La policía en la costa registraba cada barco y yate, buscaban a la chica desaparecida desde el viernes por la tarde. Era lunes y la embarcación llegó con un golpe y un solo tripulante. Había un cuerpo decapitado y el único ser vivo solo decía “Yo la mate, yo la convertí en cadáver”. Estaba traumatizado pero aun así fue a la cárcel. Mi padre casi lo mata cuando supo todo mi desenlace.

Dos desgraciados pagaron su delito grave con sangre, pero el principal responsable fue acusado de dos muertes y otros cargos legales. Unos años más tarde, se había vuelto adicto a los antipsicóticos de ser atormentado por mi imagen, cuando en la cárcel ya no pudo conseguirlos se volvió inestable y en medio de una revuelta entre varios presos finalizaron su estadía con una muerte fulminante.

Entre olas y silencios de muertes trágicas, el mar presencia todo sin poder decir nada. Pero en el último aliento de una inocente alma, un deseo se le puede rogar al agua. Pedí más que venganza, quería justicia y que mi familia me enterrara. Pero un precio debía pagarse sin falta, en el mar debían permanecer mi cuerpo y mi alma. Un pacto considerable que muchos hemos aceptado sin objetar nada y por lo que en el mar para siempre navegaremos con cada madrugada.

Like the reflection of broken glass, my vision was blurred. The ends of a chaotic scene were falling like fragments of a shattered painting boiled in red. The heaviness and mortality on the surface of my skin, walked over my body and consciousness like a centipede. Clouds polluted my eyes and I felt all the thirst for freedom. But the nails had broken along with the phalanges of exposed bones imploring who could save me.

Delicious prey in an unhurried night, screams excited them as desperation climbed uphill. The stripping was a phase as all went dark, seas of stars in the cold night. Salty tears fell as my knees bled. A wrong turn in a corner, better me than my neighbor's girl.

I was never afraid to sin before god, I was only afraid of the hand of my equal, and my end proved me right. That day was heavy at my university, my legs hurt from so much walking. It was Friday and I just wanted to rest, but alcohol and perversion increased in those frustrated souls lacking courage, humanity or love.

Surfers of the waves, fishermen by trade and drunk until the wee hours. Height and perfect bodies to surpass my strength and submit to them. The smell almost made me faint, maybe it would have been easier but they forced me to drink. The pain of the abuse and my shame at the nudity. Crying was useless in the face of low morale, they held my hair tightly without being able to stop them.

Blurred memories due to the drink that ran inside me. Delirious, bleeding and in pain, after so many hours with no way out, their entertainment finally bored them. I thought they would threaten my family and let me go so I could hide under my blanket, but instead they wanted no consequences for their initiative.

In the last rush to sign their crime in blood, their large hands frantically covered my aching neck. The lack of air was not the worst, but the feeling of my bones snapping with his street fighter's weight. The laughter was not lacking in a cheer of unabashed cheers. My bound hands were unable to free themselves, my legs were not opponents and my screams in the middle of the sea were not heard by anyone.

My hair was cut by discarding, my body was pierced to let the blood flow and my corpse was thrown into the open sea. The sunny sky was an irony, my open eyes watching fish and symphonies pass by, my soul wandered like a drifting leaf. But finally an answer I got from my last request in life.

The sea gave me a soft caress out of pity or sympathy. My soul returned to my body as something I would never believe in, but with the accompaniment of sharks and sea beasts, I found his boat even though I was a long way from the coast where I lived. It would not be a peaceful visit, the pact with the water had brought me back just to torment my murderers.

The engine was the first thing to break down, it was not a mechanism failure, it was the fog of a growing power. Cornering them and filling them with fear was a new and different sensation. They lacked the scruples to take a life, but the wet footsteps and whispers in the corners made them scream like little girls.

In the boiler, the first one ended up headless, after a scream and a sincere expression of fright. The next one, who said that what they did to me "had been a good party", threw himself hypnotized into the water where the sharks enjoyed their intake. The third, who had known my parents for a couple of decades, was the one most devastated by my certain justice.

Terror was creeping up his back and the water into the cockpit. He searched for his companions with angry words. Discovering the red decoration of the scene in the boiler, alerted his most fearful nightmares of a death far from land. Searching for a tangible intruder to maim, the beacon pointing into the waters revealed the remains of his childhood friend who could not be saved.

Running back and forth in search of a weapon, he found traces of my hair leading him to the bed, where my life extinguished without remorse or tears. Nervousness took its toll on his agitated soul, for you can't fight a ghost. Sweat was running down his face and full of fear after hours without finding anything, fatigue embraced him.

Shortly before dawn and a few meters from the dock where they dragged me without being able to stop them. His tired eyelids were about to fall, it was then that my whisper in his ear made him understand that it had not been a nightmare that he could not understand. Finally I appeared before him and his fears were confirmed.

The shock of seeing me standing up, broke something irremediable in his psyche. He could not believe it and yet he tried to shoot me, the bullets that could no longer harm me were embedded in my body. It was time to pay for what is done here. His screams and wandering aim were not enough for me to avoid approaching.

The police on shore were searching every boat and yacht, looking for the girl who had been missing since Friday afternoon. It was Monday and the boat arrived with a bump and a single crewman. There was a decapitated body and the only living being only said "I killed her, I turned her into a corpse". He was traumatized but still went to jail. My father almost killed him when he heard all about my outcome.

Two bastards paid for their felony with blood, but the main culprit was charged with two deaths and other legal charges. A few years later, he had become addicted to antipsychotics from being tormented by my image, when in prison he could no longer get them he became unstable and in the midst of a riot among several prisoners ended his stay with a fulminant death.

Between waves and silences of tragic deaths, the sea witnesses everything without being able to say anything. But in the last breath of an innocent soul, a wish can be begged from the water. I asked for more than revenge, I wanted justice and for my family to bury me. But a price had to be paid without fail, in the sea my body and soul had to remain. A considerable pact that many of us have accepted without objection and so in the sea we will sail forever with each dawn.