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Cambio de Rumbo

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A veces, la vida nos pone a prueba de formas que no imaginamos. Es como estar en medio de una tormenta, donde los rayos de duda y los truenos de incertidumbre nos sacuden hasta los cimientos. Y está bien sentirse así. No somos superhéroes, somos humanos, y los humanos sienten miedo, tristeza y confusión. Hoy acepto que me siento en medio de la tormenta, sin un sitio donde resguardarme, sin un paragua para protegerme de la lluvia, sin un suéter para aguantar el frío, sin un mapa que me guíe. Pero, ¿quién dijo que siempre necesitamos un mapa? A veces, perderse es la mejor manera de encontrarse a uno mismo. Las tormentas más fuertes suelen dar paso a los arcoíris más hermosos. Y aunque ahora me sienta frágil, sé que tengo la fuerza interior para superar esto y salir fortalecida.

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QUE FRÁGIL SE HACE NUESTRA FE EN MEDIO DE LA TORMENTA. La fe, es como una vela en la oscuridad, nos guía y nos da esperanza. Pero al igual que una llama, puede titilar y tambalear ante el viento de la adversidad. Dudar, cuestionar, incluso enojarse, son parte natural de la experiencia humana, especialmente cuando atravesamos momentos difíciles. Hoy, mi vela parece a punto de apagarse. Dudo de los planes que creía divinos, de las inversiones de tiempo que he hecho y de las personas que me rodean y sus palabras de afecto que hoy simplemente me suenan vacías. Sin embargo, sé que esta duda es temporal, como una nube pasajera que oculta el sol. La fe es un camino, no un destino, y está bien sentir que a veces el sendero se vuelve más oscuro. Hoy espero con esperanza que mi fe vuelva a iluminarse.

A todos nos han puesto expectativas, en algunos casos la familia, amigos, en otros la sociedad, etc. Y a veces, esas expectativas nos pesan como una piedra. Nos sentimos obligados a ser alguien que no somos, a vivir una vida que no nos pertenece. Ayer, una simple pregunta sacudió mi mundo: “¿Qué vas a hacer con tu vida?” Fue una pregunta dura, con una respuesta nula. Me dolió la pregunta y más me dolió la respuesta inexistente. Fue justo ese momento donde pensé que estoy viviendo en función de muchas cosas menos en función a mí. Esta pregunta incómoda me hizo reflexionar lo siguiente: había estado viviendo en función de las expectativas de los demás y sobre todo en la idealización de los demás. Y aunque aprecio mi vida, con sus alegrías y desafíos, esa pregunta me hizo darme cuenta de que necesito un cambio. Hoy, decido liberarme de ese peso y comenzar a proyectar mi vida de una forma diferente.

Soltar es como desprenderse de una vieja piel que ya no nos queda. Duele, sí, pero es necesario para crecer. Hoy, me comprometo a aprender el arte de soltar. Soltar personas, situaciones y creencias que ya no resuenan conmigo. Es como tirar por la borda un ancla que me ha mantenido en un lugar que creí seguro. Y aunque valoro el pasado y las lecciones que me ha dejado, entiendo que la vida es un constante cambio y que aferrarme a lo que ya no es o lo que ya no quiere o puede ser me impide avanzar. Soltar no significa olvidar, sino aceptar que las cosas evolucionan y que yo también lo hago. Al soltar, me doy la oportunidad de construir un futuro más ligero y lleno de nuevas posibilidades.

En los momentos más oscuros, la comunidad se convierte en nuestro faro. Hablar con amigos, familiares o incluso con terapeutas, pastores, sacerdotes, etc. puede ser el bálsamo que necesitamos para sanar. A veces, solo necesitamos sentirnos escuchados y comprendidos, sin juicios. Hoy, compartiendo mis pensamientos y sentimientos aquí, busco esa conexión. Es como encontrar un refugio en medio de la tormenta, un espacio seguro donde mis luces y sombras pueden coexistir.

Hoy me regalo un acto de amor propio. Decido ser amable conmigo misma, perdonar mis errores y aceptar mis limitaciones. La autocompasión no es una señal de debilidad, sino una muestra de fortaleza. Me estoy preparando para enfrentar esta tormenta que se avecina, construyendo una coraza de resiliencia. Aunque sé que en algunos momentos me sentiré sola, confío en mi capacidad para superar cualquier obstáculo. Esta experiencia me está enseñando que la fortaleza reside en nuestra capacidad de adaptarnos y seguir adelante, incluso cuando las circunstancias son difíciles.

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Cuando todo parece perdido, es el momento perfecto para rediseñar nuestro camino. Un nuevo sendero, aunque desconocido, nos ofrece la oportunidad de encontrar la felicidad y la realización que anhelamos. Agradezco a la vida las lecciones que me ha enseñado, incluso las más difíciles. Cada tormenta nos brinda la oportunidad de crecer y de descubrir nuestra verdadera fuerza. Sé que cada pequeño paso me acercará más a mis metas. Aunque decir adiós a lo que amo duele, estoy llenándome de resiliencia y amor por mí y por lo que el futuro me depara.

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¡Bye!