Al lado del puerto
en mi ciudad de antes
pasea sus espaldas el pueblo
que se dice hijo del lago.
Hijo pródigo, decía la metáfora bíblica
pero el adjetivo del hijo obedece
a lo menos importante de la historia
que menos narra lo dispendioso del hijo
que el arrepentimiento
y la dicha del padre que lo ve regresar
Los habitantes de mi anterior ciudad
parecen desdeñar de su lago
pero les gusta -supongo- el azul de sus aguas lejanas
Parece que lo ignoran
pero sienten como símbolo
el puente que lo cruza
Echan en él sus sobras
pero adoran unas de esas tablitas
(que el lago devolvió)
con devoción religiosa
¿Quién entiende a la gente de mi otra ciudad?
¿O será que no tuve tiempo de conocerla?
¿O será que ellos y ellas aún no se conocen
o se han conocido tanto que andan buscando salidas
por donde no es?