Crisis diplomática y tipo de cambio en México

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La política monetaria mexicana no es propiamente del tipo de cambio flotante frente al dólar estadounidense, es mixto en cuanto a que puede fluctuar dentro de las bandas móviles establecidas por BANXICO para contener la volatilidad cambiaria, cuándo el precio se acerca mucho a las bandas, superior o inferior, se inyecta o se recoge capital por medio de subastas o emisión de bonos respectivamente, auxiliándose también de otros instrumentos.

Esta vinculación al USD es necesaria principalmente por tres factores, es la moneda de reserva heredada del viejo sistema de Bretton Woods, hasta ahora sigue siendo la moneda hegemónica para el comercio internacional de petróleo (petrodólar), y la más importante, que la enorme mayoría de nuestro comercio exterior depende de las compras de nuestro vecino.

BANXICO debe proteger la estabilidad cambiaria no solo para efectos de comercio exterior, también para procurar el poder adquisitivo de los connacionales, objetivo que ha sido menguado y soslayado por décadas de política neoliberal (me siento muy progre haciendo esta afirmación, pero es cierta), provocando la dilapidación sostenida del poder de compra del peso mexicano, a un ritmo incluso superior que la pérdida de valor del dólar estadounidense, llegando al extremo de expresarse en fenómenos cómo el crecimiento negativo en más de una ocasión.

EE.UU. es en la práctica el único socio que históricamente siempre nos reporta balanza comercial superavitaria, lo cual ha tenido a nuestro comercio exterior instalado en la zona de confort, sin atender que la extrema dependencia que se padece, aunque cómoda y rentable, es un riesgo de seguridad nacional en cuanto puede potencialmente atentar contra la soberanía mexicana.

El hecho de que esta balanza sea favorable, que seamos exportadores netos de crudo y que al mismo tiempo exista devaluación del tipo de cambio acusa la política antes descrita; por fortuna aparentemente la autoridad monetaria ya está tomando nota del asunto y el último año ha girado tímidamente sus decisiones al aumento de tasas, el abono a las reservas internacionales, así como a la ralentización de la expansión monetaria; aunque francamente no estoy seguro si se debe solamente a la rancia práctica reaccionaria, es lo correcto.

Lo anterior si es ejecutado responsablemente, es muy favorable para contener la tendencia del tipo de cambio y constituye la plataforma para una potencial revaluación del MXN en el afán de fortalecer el mercado interno potenciando el poder de compra, táctica que además de estar reflejada en la plataforma del ejecutivo federal, se dibuja necesaria ante los turbulentos tiempos que atraviesa la comunidad internacional, en muchos casos con aires desglobalizadores.

Desafortunadamente estos esfuerzos no son suficientes para revertir la tendencia, aún es necesaria una estrategia comercial / diplomática paralela bien definida que no parece estar en marcha, y que, sin embargo, tiene una ventana de oportunidad dada la coyuntura de desentendimiento, a saber.

El burro que tocó la flauta o artistas de la espontaneidad.

La aparentemente desarticulada ejecución de la política bilateral -Andrés “no me importa”, Marcelo “no me mueven”, Ricardo “no me ofendan”- está permitiendo una moderada escalada de tensión aún mayor que la de Peña, puesto que “el muro” aún no era un hecho y las amenazas no eran concretas, dando lugar a titubeos o desentendidos que podemos explotar:

Aunque opino con la mayoría de los analistas -y fue flacamente confirmado por los cuerpos diplomáticos- que el cierre de pasos fronterizos parece improbable o en todo caso parcial, y que el ultimátum se está interpretando en la opinión pública como la ya predecible bravuconada de apostar siempre a “altas”; aún es un desplante, no aislado, del supremacismo que persuade con la fuerza, con la agravante de que esta vez se está metiendo con algo delicado, el bolsillo de los mexicanos.

Dicen que en política forma es fondo. Aquí lo que parece es que el vecino quiere dominar con las artimañas de siempre, y no se le puede negar que hace avanzar su agenda lenta pero constante. Desde esta óptica un poco sobredimensionada pero realista ya se reúnen las condiciones que justifican las acciones preventivas del gobierno mexicano ante todas las instancias –incluida la oposición- en materia diplomática, comercial y monetaria, ¿ya viste por dónde va?.

Denostar o dejar pasar la situación disminuye la ventana de “justificación preventiva” y reafirma el status quo del sometimiento, incluso más que si se cumplen las exigencias migratorias abiertamente dado que en este caso se puede usar como elemento negociador, mientras que en el primero sólo hay docilidad: mantengamos pues la “sana distancia”.

Los exportadores bailan con la más fea.

La mayoría ya están acostumbrados a adaptarse eficazmente al frenético ritmo posmoderno del mercado, aun así, la sola probabilidad de, ya no cerrarles, sino apenas dificultarles su cliente (o proveedor) principal representa una amenaza, un reto de envergadura.

Naturalmente deben estarse planteando diversificar y el ejecutivo debe estar priorizando el usufructo de los más de 50 acuerdos de cooperación económica y libre comercio que tiene México con más de 80 naciones.

En todos los escenarios habrá exportadores que no resistan adecuadamente los embates (this is Sparta!), sea por la frontera, la revaluación, la logística, falta de innovación o de competitividad etc., es un costo que debemos descontar de antemano, y prevernos en enfocar la inversión en I+D, automatización, o el desarrollo de starups. La parte social de la descompensación temporal mitigará al menos un poco con los subsidios que ya se entregan a la población.

El ambicioso objetivo de equilibrar el diferencial de nuestra balanza comercial con el resto del mundo, ampliar y ajustar las bandas de flotación ya no al alza si no a la baja, diversificar mejor las reservas, hasta emitir algunos derivados de cobertura en petroyuanes y ¿por qué no? comenzar a soñar con operaciones internacionales en MXN, exige estar a la altura de los retos para surfear las olas más picadas. Tomemos en cuenta que ya hubo otros imperios militares, económicos e ideológicos, con otras monedas hegemónicas, y nosotros seguimos aquí.

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