Por fin comprendí que me falta demasiado por aprender, pero está bien, porque el tiempo se encargó de hacerme querer aprender, pues solo de este modo tomaré fuerzas para concluir, después de tanto me encuentro bien y estar bien no tiene precio.
Y es que cuando obtiene más tamaño tu persona más alegría cabe en ella, y tenían razón, cada que vamos creciendo, pasando días en este mundo el cerebro se expande y a su vez las ideas que en él se encuentran “no vuelve a su tamaño original”.
Uno entiende que aunque no cuenta con compañía física, y se encuentra aparentemente solo se puede ser feliz, uno aprende que el amor abarca mucho y tanto, pero también que lo que más necesitamos realmente no está en manos humanas.
Luego de mucho aprendí que cambiar es bueno, y que sentir miedo al principio casi siempre trae buenos resultados, aprendí que las cosas que no imaginamos nos llenan el corazón, y que jamás debemos rechazar la oportunidad de ser más grandes, siendo pequeños.
Luego de tanto, pienso en que me gustaría haber comprendido todo esto antes, pero a la vez, me alegra haberlo aprendido ahora. Aprendí que es uno quien decide hacerse enemigo de la tristeza o enseñarle a caminar a tu lado tomada de su mano, pero sin detenerse.
Aprendí que la vida es lo único que tengo por ahora y que cuando uno la usa del modo que debe y busca maneras de olvidarla, puede resultar tener un montón de colores.
Aprendí que da igual lo que digan, porque cuando se es feliz, todo es distinto, lo malo no importa porque solo puede impulsarte hacia arriba, pero lo que mejor aprendí fue que con amor y paciencia se puede lograr todo y que aunque ningún ser humano me mire, hacer las cosas bien es el mejor tesoro.