Mitos Médicos: ¿La comida grasosa causa acné?

La adolescencia: esa hermosa etapa en la que forjamos nuestra personalidad y carácter, o al menos creemos hacerlo mientras sufrimos incesantemente en la sombría tierra de nadie entre la niñez y adultez, para luego darnos cuenta de que todo fue en vano, y que aún estamos peligrosamente mal preparados para cortar los lazos parasíticos que nos unen a nuestros padres y afrontar solos la difícil vida del adulto responsable, con más dudas que certezas y llenos de trastornos e inseguridades. Bellos recuerdos.


Muchas son las cosas que caracterizan este periodo en nuestras vidas, desde lo que suelen ser nuestras primeras relaciones amorosas_(y generalmente también las primeras rupturas y subsecuentes horas llorando en la ducha; algo que al menos sí nos prepara bien para los años venideros)_¨, hasta el período de la secundaria y la posterior decisión de a qué dedicarnos (o de estudiar historia del arte y terminar trabajando en un McDonald’s). Pero algo que ocurre en esta etapa y que sin duda la gran mayoría de nosotros conocemos, es el acné: esa horrible erupción cutánea cuyo único aparente propósito es destruir nuestra autoestima y generar ingresos para las compañías farmacéuticas, causada por la explosión en la producción de hormonas y el consumo de comida grasosa que es tan frecuente a estas edades. Pero, ¿Lo es? Tiene bastante sentido; después de todo el contenido de las pápulas del acné es bastante parecido a la grasa, y parece lógico que el consumirla en cantidad haga que suba hasta nuestra cara y arruine nuestras oportunidades de salir con la chica que nos gusta.


Pero la verdad, como mis lectores frecuentes ya habrán descubierto (me disculpo por todo el tiempo sin publicar, por cierto: estaba terminando mis últimos meses de estudiante, y ya puedo usar el nombre de Dr. Mike sin que la primera mitad sea una mentira) suele ser más compleja de lo que parece. Hoy descubriremos la conexión entre la alimentación y el acné, en:

Mitos Médicos: ¿El consumo de grasa causa acné?



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El acné es una de las enfermedades más comunes del mundo, ocupando el puesto 8 en un ranking del año 2015, y estando presente en alrededor del 80% de todos los adolescentes, con el 20% restante habiendo vendido su alma al diablo y bañándose a diario con sangre de vírgenes tibetanas. Más de 2.5 mil millones de dólares se gastan cada año en su tratamiento solamente en los Estados Unidos, y si nuestra propia experiencia nos sirve de algo, la mayoría de esos gastos son en vano: la única cura permanente parece ser el superar la pubertad, y aun así son muchos los que viven el resto de sus vidas con secuelas tanto biológicas, en forma de cicatrices, como psicológicas, sufriendo de baja autoestima y desconfianza a las compañías farmacológicas.


Se sabe que las hormonas segregadas en la etapa de la adolescencia, cuando esta patología es más común, juegan un papel importante en su fisiopatología, pero aparte de esto son muchos los factores que, se cree, influyen. El estrés, la hidratación, y la dieta supuestamente tienen que ver con la gravedad de la enfermedad; pudiendo disminuir la cantidad y el tamaño de las pústulas si limitamos nuestro consumo de grasas y tomamos mucha agua. Pero seguramente muchos de nosotros habremos probado estas presuntas curas, sin obtener los resultados que esperábamos. ¿Qué pasó, entonces? ¿Nos mintieron, y nada de esto tiene que ver con la gravedad del acné? ¿O sí es posible prevenir los peores efectos de esta condición, pero el universo nos odia (o trata de enseñar una lección sobre la superficialidad)? Para responder todas estas preguntas (salvo la última, le importas tanto al universo como a tu ex que te tiene bloqueado), veamos primero exactamente qué es el acné.


El acné vulgar es una enfermedad inflamatoria crónica de la piel, específicamente de las unidades pilosebáceas, debido a un bloqueo en los folículos capilares de la piel. Aclarando un poco lo anterior, las unidades pilosebáceas son la conjunción del folículo piloso (la “raíz” del cabello) y las glándulas sebáceas alrededor de este, encargadas de producir una sustancia llamada sebo que lubrica el cabello y ayuda a proteger la piel. Existen 4 mecanismos básicos para el desarrollo de este bloqueo: producción exagerada de sebo, aumento de la producción de queratina que genera un comedón (nombre médico para las espinillas o barros) que ocluye el canal del folículo, colonización bacteriana, e inflamación local de la piel. De estos, el primero es el más común durante la adolescencia debido a que la producción de sebo es influenciada por andrógenos: hormonas sexuales cuya producción se ve enormemente aumentada durante la pubertad.


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Al formarse esta especie de tapón, se acumulan las células muertas de la piel junto con el sebo producido por las glándulas sebáceas y se obstruye el poro del folículo capilar, formando un microcomedón. Este microcomedón sigue creciendo mientras continúa la producción de sebo, hasta convertirse en un comedón de color variante: si la obstrucción es a nivel superficial el sebo y la melanina (el pigmento que le da color a nuestra piel, ojos y cabello) se oxidan, tornándose negros y creando los puntos negros, si por el contrario el microcomedón es profundo el sebo no es visible y se forma un punto blanco, o un barro o espinilla común y corriente. En ambos casos, la obstrucción fomenta la proliferación bacteriana, específicamente de Propionibacterium acnes y Staphylococcus epidermidis, haciendo que se inflame la piel y llevando a la formación de pápulas, pústulas infectadas y de nódulos profundos que tienden a dejar desagradables cicatrices.


En resumen, el contenido de los barros no es grasa, aunque lo parezca: es sebo, que si bien es una sustancia lipídica, su producción tiene más que ver con las hormonas que con la dieta. Entonces, ¿El comer grasa hace que surjan granos y empeore el acné? La respuesta corta a la interrogante de hoy es no. Pero las cosas son un poco más complejas que eso. Verán, si bien los estudios no han demostrado una conexión directa entre la aparición del acné y una dieta alta en grasas, sí es cierto que hay factores dietéticos involucrados: recordemos que la causa de esta enfermedad son unas glándulas sebáceas hiperactivas, generalmente debido a sobreestimulación hormonal, por lo que se sospecha que un consumo elevado de productos lácteos sí puede hacer que surja una mayor cantidad de granos (aunque incluso esto depende de que tan genéticamente propenso sea una persona a desarrollar acné), sin embargo hacen falta más estudios para comprobar esta teoría.


Las comidas con alto contenido de azúcar y carbohidratos simples, como galletas, pan blanco, pastas y gaseosas también pueden empeorar una erupción ya existente, esto debido a que su consumo eleva los niveles de glucosa en sangre, haciendo que el páncreas segregue insulina en respuesta, que tiene el efecto secundario de aumentar la producción de sebo y aumentando la probabilidad de que se obstruya algún folículo capilar. Igualmente, es importante beber una buena cantidad de agua diariamente para mantener la piel debidamente hidratada y evitar que se cierren los poros. Y si bien la comida grasosa no causará acné como tal, un ambiente grasoso si puede hacerlo: partículas de aceite y grasa, presentes en sitios donde se fríen alimentos en gran cantidad (como un McDonald`s; tu madre tenía razón, debiste haber elegido otra carrera, pero al menos sabes todo sobre el período impresionista) pueden llegar a obstruir los poros de la piel, originando microcomedones capaces de progresar a una erupción cutánea.


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Por el contrario, la comida rica en vitamina A, como la zanahoria, el melón o la batata, contribuyen a una buena complexión cutánea y a disminuir las probabilidades de tener erupciones, al igual que lavarse la cara regularmente, unas dos o tres veces al día generalmente son suficientes. Pero, ¿Esas hamburguesas doble carne con queso cheddar y tocino? Siéntete libre de seguirlas comiendo: salvo que antes las restriegues por tu cara, su consumo no causará acné y quizás tampoco empeore el que ya puedas tener, por lo que solo tienes que preocuparte de los demás efectos adversos de consumir grasa en altas cantidades, como obesidad, diabetes, hipertensión arterial, ateroesclerosis, dislipidemia, apnea del sueño, artrosis, y dificultad para encontrar ropa de tu talla. Pero hey, tu piel se verá impecable en esa ataúd tamaño XL.


Por esto, y a riesgo de comenzar a parecerme a un blog de nutrición, sigue siendo necesario el tener una dieta equilibrada, sobre todo durante una etapa tan importante para nuestro desarrollo como lo es la adolescencia, y el informarse bien sobre la manera adecuada de tratar nuestros problemas y enfermedades, para así ahorrarnos tiempo y dinero en tratamientos innecesarios y evitar que se aprovechen de nuestras mentes adolescentes fácilmente influenciables mientras el tiempo y las experiencias nos preparan adecuadamente para la sociedad consumista en la que vivimos y en donde se valora al individuo solo en base a lo que se le puede vender. Tomen mucha agua.

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