ESP - ENG: A través de tus ojos

Amplió sus sentidos al escuchar la puerta abrirse de su habitación en el hospital. No quiso saber quién era porque temor a que fuera él, ella no aguantaría escucharlo sentirse poco por no poder ayudarla en estos momentos. Esperaba que sus padres no lo dejaran pasar, aún.

—¿Mamá? ¿Papá? —preguntó ella. Su oído no le daba señal de que hubiera alguien.
Escuchó el sonido de alguien acercándose a su cama. Una mano tomó la suya y sintió un escalofrió recorrer su piel. No, no, no, se negó a tener esperanza. —¿Camila? —tragó saliva.
–Sí. Soy yo –lo que retenía por mucho tiempo, se rompió y lágrimas calientes bajaron sus pálidas mejillas–. Angie –la mano de Camila acarició la mejilla de ella. ¿Cómo puede ser real? ¿Cómo puede estar aquí?
–Volviste.
Sintió la mano de Camila apretar la suya. –Volví. Dije que lo haría ¿No?
–Sí –respondió en voz baja–. Lo hiciste pero ha pasado mucho tiempo.
La escuchó reír. –No podía quedarme cuando te dije que era tu verdadera madre.
–Yo igual te hubiera perdonado por haberme dado en adopción –ella soltó un sollozo.
–Si te di en adopción fue porque sabía que conmigo jamás estarías bien. April y Franklin te han amado, cuidado… me han permitido verte. He estado en tu vida.
–Como una tía.
–Pero estuve allí en casi todas tus etapas –su voz se suavizó y peinó el cabello de ella hacia atrás.
–¿No había otra opción? –quiso saber. La voz de Angie se rompió.
–No. No me arrepiento. Tome una buena decisión, mi niña –un beso fue depositado en la frente de Angie.
–¿No querías una hija ciega? Por eso no te quedaste conmigo –gritó herida.
A los segundos, escuchó sollozos. Camila. Su madre estaba llorando. –Te amo desde que abriste esos ojitos verdes y no podías verme pero yo sentía que lo hacías –pausó–. No tenía esposo, ayuda, ni dinero o trabajo… ¿Cómo podía cuidar de ti?
El corazón de Angie dolió.
–Siempre seré ciega. La estúpida operación no servirá. Jamás me conseguirán devolver la vista.
La mano de Camila se posó en su mejilla derecha. –Algún día veras el mundo que te ha sido negado.
Sintió algo grande detrás de ese tono. –¿Por qué ahora? Ninguna de las cirugías que les han hecho a mis ojos ha funcionado. No han conseguido un par de ojos en 5 años. Nadie va a donar unos ojos para mí.
Y en ese momento, la mano de Camila dejó su mejilla. –Porque Dios ha estado contigo, y esta vez, te va a escuchar.

Escuchó sus pasos alejándose. Eso se sintió como una despedida. Su corazón de derrumbo cuando entendió. –No –gritó–. No lo hagas. No, Camila… Mamá. Mamá –sus gritos llenaron la habitación y sus oídos.
Lloró por lo estúpida que había sido. –No lo hagas –suplicó, aunque sabía que nadie la estaba escuchando–. No Dios. No la dejes cometer una estupidez. Prefiero ser ciega que perderla.
Su corazón estaba vuelto trizas, destripado y dolía tanto… jamás pensó que fuera posible que ese dolor la desgarrara por completo. –Deténganla –gritó. Quería ver y correr tras ella pero solo se golpearía contra algo o rodaría por las escaleras.
–Ángela ¿Qué pasa? –su novio preguntó. Distinguió preocupación en su tono de voz.
–Camila. Detenla, León. Va a cometer una locura –suplicó a su novio.
–Lo intentare, Angie.
Y lo escuchó correr lejos de su habitación. Los sedantes hicieron efecto y la oscuridad la arrastró en contra de su voluntad.
Escuchó a sus padres llorar, incluso a sus amigos. ¿Qué pasó? Entonces todo lo que paso antes… Camila.
–Camila –musitó.
–Mi niña –escuchó a su madre decir.
–¿Camila? –preguntó con temor.
Escuchó jadeos y sollozos.
–Ha muerto.
Quiso abrir sus ojos pero la venda se lo impedía. Aunque no viera, quería abrirlos. –¿Qué? ¿Cómo?
Escucho el carraspeo de su padre. –Un accidente. Condujo tan rápido que perdió el control y colisionó contra un árbol.
Sollozó. Su madre biológica. Su tía… y amiga.
–No logré llegar a tiempo –escuchó a su novio lamentarse.
Buscó a tiendas la mano de su novio y la apretó. –Lo intentaste –intentó calmarlo. Él besó su frente.
–Pude haberlo hecho mejor –ella niega.
–Fue su decisión. La amo y la extrañare, León.
Él apretó su mano. –Ella te dejo 5 cartas. La primera te la dará tu madre cuando te quiten la venda.
¿Por qué? Quiso saber. Su madre biológica se suicidó.

Semanas después, el doctor comenzó a quitarle la venda del rostro, sentía sus manos, las de la enfermera quitándola y la espera mortificante que todos sus seres queridos estaban pasando. Cerró los ojos, cuando quitaron por completo la venda, escuchó a todos respirar con fuerza.
–Abre los ojos, Ángela –pidió el doctor.
Ella tragó saliva y pensó en Camila. Tomó la fuerza que le dio y los abrió. Vio primero borroso hasta que todo tomó forma, pudo ver. Ella no lo creía. Veía colores. Colores, rostros, sonrisas, la luz entrando por la ventana.
–Puedo ver. Estoy viendo –murmuró con asombro.
Se acercó a sus padres. Sus manos habían memorizado los rostros de todos los que amaba y lo adivinó. Se acercó a sus padres y los miró.
–Estas viendo, mi niña –dijo su padre con amor brillando en su mirada.
Su mamá estaba llorando.
Se volteó y vio a León. Tan guapo como sus manos le dijeron, tomó el rostro de él entre sus manos y lo miró a los ojos marrón oscuro. –Mis manos no me mintieron pero son mejor de lo que me decían –susurró en voz alta.
Sus dos mejores amigas estaban sonriendo y llorando. La carta, recordó.
–Quiero que me leas la carta –pidió a su madre. Ella asintió y la sacó del bolso.
Leyendo la carta
Fuente

Comenzó a leer:
Mi dulce ángel.
Eso fuiste desde que supe que estabas en mi vientre, la vida era cruda y dura pero nunca fue mejor que cuando te sentí en mi interior o cuando escuche tu llanto. Eras, eres y serás mi mundo, mi razón para vivir. El dolor que oculta mi corazón. Te di a las mejores personas que pude encontrar para ti.
Me odie por traerte al mundo, sin tu vista pero supe que apreciarías lo que ves con más fuerza que otros. Tienes padres que te aman, amigos que darían la vida por ti y un chico junto a ti que se desvive para hacerte sonreír. Aprécialo, mi Angie. Te vi crecer sin escucharte decirme mamá y eso dolía. Cada día que decías: Tía Cami. Mi corazón se rompía. Porque deseaba haber tenido a tu padre biológico a mi lado. A mi familia o un trabajo que me diera para tenerte junto a mí pero la vida me jugo sucio.
Te amo, pequeña Ángela. Y te he dado un regalo: la posibilidad de ver. Quiero que veas a través de mis ojos, y cada vez que te veas al espejo, me recuerdes. Perdóname por dejarte pero te debía la vista y no podía seguir viviendo, sabiendo que anhelabas ver el mundo.
Ahora mis ojos, son tus ojos. Son nuestros ojos.
Que veas el mundo como nadie lo ha logrado ver.
Con amor, tu madre Camila.
Fue al baño y se miró al espejo, con lágrimas corriendo a las mejillas, vio unos ojos verdes. Los mismos ojos que heredó de su madre. Ella le dio sus ojos, sonrió y susurró–: Gracias mamá. No te odio, te extraño y espero que por fin seas feliz donde quiera que estés.
Volvió a la habitación y se dejó ser abrazada por los que amaba. Supo que una madre daría la vida por un hijo, aunque el hijo no entendiera. El amor es inmenso, poderoso, hermoso e indudablemente para siempre.

Gracias por leer, votar y comentar. Espero les haya gustado este corto relato, sobre el amor y las decisiones difíciles.

H2
H3
H4
3 columns
2 columns
1 column
1 Comment
Ecency