Zapato nuevo

Cuando nos toca crecer en un ambiente o momento de la vida no tan privilegiado o con muchos límites, tener un par de zapato nuevo es una de las alegrías más grandes; cuando pertenecemos a una familia numerosa, es común heredar la ropa y zapatos del hermano mayor, algo bastante común creo en muchas partes del mundo. Hasta cierto punto esto no molesta, te pones eso y no pides mayor explicación; sin embargo, hay una gran diferencia cuando te compran unos zapatos y sabes que son tuyos y que usaras tú, es decir, lo estrenaras.

Tal vez suene insignificante, pero sinceramente es algo extraordinario y a decir verdad yo pase por eso; les puedo decir que aunque sea difícil de explicar uno, abraza esos zapatos y los atesora como algo valioso. Es muy significativo en estos casos, estando claro que no todos entienden esto, porque incluso al ponértelos no los quieres ni ensuciar y mucho menos que nadie te los pise, aunque en mi pueblo había la costumbre que cuando alguien cargaba zapatos nuevos se los pisaban, muy triste ese juego de niños.

Hoy indiscutiblemente ya no paso por eso, hace muchísimo tiempo que por mí misma me compro mis zapatos, pero inevitablemente no olvido esa parte de mi niñez. No me quejo ni mucho menos tengo nada que reclamar ni juzgar a mis padres por ponernos a todos los zapatos que dejaba de usar el hermano mayor, en cada hogar se sale adelante y viste a sus hijos como puedan. No recuerdo eso con tristeza, porque hasta es gracioso por algo que decía mi mamá:

“Guarda los zapatos que son para salir, no los ensucies si no, no te compro más”

Ahora como mamá yo no hago eso con mis hijas, no le veo el sentido de guardarlo y cuando están en la zapatería y les compro zapatos se los ponen de una vez, hasta yo hago eso con los míos.

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