La relajación

La playa significa para mi frescura, infinito, tranquilidad, disfrutar y tener un día diferente; en definitiva, en una palabra es la relajación. Muy temprano en la mañana, cuando apenas está despuntando el sol, tiene su encanto, un olor y una brisa que te desea muy buenos días; en ese momento el agua está fría y serena. Luego avanzado el día el sol se pone más fuerte, por eso corres y te das un chapuzón y no quieres salir del agua porque te refresca, al caer la tarde es otra sensación donde puedes elegir trotar por toda su orilla o simplemente sentarte y ver como se oculta el sol.

Me fascina el mar y soy grandemente bendecida por tenerlo cerca, puedo querer estar unos días en Mérida o en mi Guárico querido, pero al final siempre quiero volver aquí donde vivo; en el oriente, con este sol radiante, pero con una brisa única y que tan solo con pasar un rato por la playa te calmas, así no sea para bañarte, nada sentarte allí. Aquí vivo con la familia que construí y tengo una vida feliz, mis hijas son orientales, pescaderas y playeras como ellas solas.

Puedo describir las salidas a la playa antes de ser mamá y después. Hay un gran cambio, antes solo pensaba en mí, buscaba el traje de baño, un bolso pequeño, protector solar, una toalla y ya; me bañaba una y otra vez sin estar pendiente de nadie, del tiempo ni de la comida, del sol, de nada. Ahora como mamá, aunque la playa está a unos escasos 10 o 15 minutos, salimos con un equipaje como si fuera un largo viaje.

Sí, llevo bolsos con ropa extra, toallas, protectores solares, alguna medicina por precaución, juguetes, salvavidas, sombrillas, además de cava con hielo, mucha agua, refresco y jugos. Preparo pan relleno, tequeños, empanadas, pastelitos, tortas; compro pepito, galletas porque en mi lema de mamá no quiero comprar nada en la playa porque algo les puede hacer daño y porque cuestan el doble de precio. Es decir, vamos con todo un cargamento.

La disfruto de otra manera, ver a mis hijas felices corriendo, bañándose o jugando con su papá. Cuando eran muy chiquitas, casi ni me bañaba pendiente de ellas, protegiéndolas del sol, de ahogos, hidratándolas; aunque ahora son adolescentes, sigo cuidándolas y dándoles agua cada tanto, así como poniéndoles protector y no quitarle el ojo de encima.

En definitiva, de la forma que sea, con hijas o sin hijas, siempre me encantara la playa.

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