Quincallería

Tengo muchos recuerdos de mi infancia, edad en la que no veía casi nada malo en las cosas; en mi pueblo había un lugar lleno de muchos artículos, es decir, no era un tipo de productos específicos porque no era frutería, ni panadería, ni carnicería, pues se llamaba Quincalla. Si aunque suene exagerado, encontrabas de todo para comprar, desde hilos de coser, agujas, algodón, cepillo de barrer, de lavar, de peinarse y hasta dental, tobos de todos los tamaños y una variedad grande de envases plásticos para el hogar como bañeras, platos, vasos, envases y ollas de aluminio.

Era emocionante ir a ese lugar, que apenas tenía poco espacio para entrar porque estaba lleno de mercancía, tanto que hasta del techo colgaban cosas y afuera también ocupaban todo con otras, sobre todo las grandes. Vendían artículos de aseo personal y para el aseo en casa, realmente me gustaba mucho ir a la quincalla porque parecía que todo cuanto necesitaras lo encontrabas. Además de dulces como chupetas, caramelos y galletas, sorprendentemente tenía bombillos y materiales de ferretería también.

Lo cierto es que hoy aún existe con la diferencia que ahora veo un lugar muy pequeño, siempre fue así, solo que de niña lo veía muy grande. En cambio, esa especie de moto con esa carga de ventas ambulantes llena de cosas, es algo que empecé a ver ya de grande antes no; parece una quincallería que va de puerta en puerta ofreciendo sus productos y logrando alguna venta.

Me quedo con mi recuerdo de esos días comprando en la quincalla de mi pueblo, hasta me parecía muy bonita.

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