La va a picar

En el año 2010 vivía en Uruguay, ese pequeño espacio del lado oriental del Río de La Plata donde el fútbol más que rey es una verdadera religión y como es lógico, en año mundialista toda la feligresía de la celeste suele congregarse en bares para animar a su selección.

Ese año el evento ecuménico del balonpié mundial se desarrolló en Suráfrica, siendo la primera vez que se organizaba la fiesta del fútbol en tierras africanas. Uruguay contaba con una selección temible, con un Diego Forlán nivel Dios y un par de goleadores que en ese entonces estaban apenas empezando su camino al éxito: Luis Suárez y Edinson Cavani, pero el momento más recordado de Suráfrica 2010 lo protagonizaría otro uruguayo más veterano y muy querido por la afición: Sebastián "El Loco" Abreu.

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Sebastián Abreu. Imagen de Getty Images

Seguramente este mundial en tierras africanas se recuerde por dos partidos: el de la final entre España vs Países Bajos y el de cuartos de final que protagonizaron Uruguay y Ghana, siendo este último una verdadera novela donde no faltaron lágrimas, sudor, sangre, nervios, angustia, desesperación y alegría, tanto en el terreno de juego como en las gradas, hogares y bares de todo el mundo diría yo.

Ese día que africanos y orientales (a los uruguayos no les gusta que les digan "charrúas" porque los exterminaron a todos) disputaron el juego más dramático de ese mundial, decidí ir al bar "Maracaná", muy conocido en Montevideo, para compartir con los locales esta fiesta del fútbol en el pequeño antro cervecero. El lugar estaba a tope, todos menos uno (ese era yo) lucían sus casacas azul cielo mientras coreaban canciones surgidas en el rigor de la cancha como historias épicas de la época de las cruzadas.

se escuchaba el "DIGO, DIGO,DIGO" a todo pulmón mientras los muchachos allá, al otro lado del Atlántico jugaban su pase a semifinales en una verdadera batalla contra en mejor equipo del continente anfitrión. El juego estaba empatado a 1 gol por lado cuando faltando apenas un minuto para el fin de la prórroga y dar paso a los estresantes tiros desde el punto fatídico sucedió lo inesperado: mano de Luis Suárez como recurso extremo para evitar el gol de la gloria para los ghaneses, su respectiva tarjeta roja decretando su expulsión, una dramática salida hacia los vestuarios llorando desconsoladamente y un penalty como sanción por el delito cometido. El Maracaná (el bar) estaba incrédulo ante lo sucedido.

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Mano de Suárez. Imagen de Getty Images

El delantero ganhés Gyant acomoda el balón en el punto a 12 pasos del arquero uruguayo, su gol significaba la clasificación de su país a semis y el retorno de la celeste a su tierra. Solo yo tenía la mirada puesta en la pantalla, el resto de orientales no querían ver a la vez que oraban ante los dioses del fútbol por la redención. Y el milagro fue concedido: Gyant estrella el balón contra el horizontal estando el arquero Muslera ya batido, viendo que en el fondo del arco no estaba la esférica le volvía el alma al cuerpo al igual que los tres millones de sus compatriotas que celebraron como locos este favor concedido desde el olimpo futbolero.

En general, todos los partidos que se definen en ronda de tiros desde el punto penal son especialmente emocionantes por la situación de vida o muerte que representan, pero este en especial fue inolvidable por su último penalty, el que lo decidió todo. Cuando el D.T. Tabarez hizo ingresar al Loco Abreu al juego casi terminando la prórroga estaba claro que su rol correspondía a patear uno de los cinco primeros tiros penales. Uruguayos y ghaneses habían superado con éxito los cuatro primeros intentos de cada selección, hasta que de nuevo Gyant, intentando su reivindicación, falla su oportunidad. Ahora sí, el turno del quinto penal, el que llevará a Uruguay a semifinal de la pierna derecha de Abreu y la mano salvadora de Suárez.

Todos en el Maracaná lo dijeron casi al unísono: "La va a picar, el Loco la va a picar". Para quienes no estén familiarizados con el término se refiere a un tiro donde el pateador dibuja un arco con su tiro el cual atraviesa la línea de gol con la sutileza de una caricia, eso sí, es una jugada riesgoza, porque si el arquero adivina la intención del ejecutante de este tiro al que en Europa le llaman "a lo Panenka", el repudio generalizado de su propia afición está garantizado.

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Imagen de Getty images

Apenas Abreu tomó la bola todos en los cinco continentes más los pingüinos en la Antártida sabían que la iba a picar. Todos menos uno: el arquero de Ghana. Como un buen actor de reparto el Loco coloca el balón en el punto, va hacía atrás, mira al arco,mira al árbitro, vuel la vista a la bola, espera el pitido e inicia su trote. De su botín derecho dibuja un arco iris por todo el medio de la portería, el cual atraviesa la línea de gol lentamente ante la mirada atónita del arquero contrario que se había lanzado hacia el paral izquierdo, esperando más un misil que esa burla del loco. Final del juego, clasifica Urugay y Abreu se mantiene fiel a su tiro favorito.

La fiesta en el Maracaná de Montevideo duró toda la noche, el gol de Abreu era el tema más comentado en la prensa mundial, las redes reventaban, el partido en sí entre Ghana y Uruguay fue considerado como el mejor del mundial y uno de los más recordados de la historia de los mundiales. Entre la mano, los penales fallados y la Panenka del Loco no cabe duda que este partido será dificil de olvidar.

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