Fe de apariencia: Crees de corazón?


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Quiero compartir hoy en mi post un mensaje que tomo de la reflexión que comparti hoy en la celebración de la Eucaristía, pues, me parece que es muy importante que reflexionemos la manera en que entendemos la fe, puesto que esto determinará la forma en que la expresamos, en efecto, el peligro que tenemos todos los seres humanos, incluso en cualquier tipo de creencia, es vivir de las apariencias, por lo cual terminamos teniendo una fe aguada, que se alimenta de simples acciones externas que hacen parecer o transmitir santidad de vida, cuando detrás y en lo profundo del ser lo que hay es malas intenciones, obras que al final son contrarias de aquello que incluso predicamos.

En el evangelio Jesucristo nos dice claramente que no es lo externo lo que mancha el ser humano sino lo interno, es decir, lo que éste siembra y cosecha en su corazón. Por ello, la importancia de siempre revisarnos para que nuestras creencias mantengan la genuidad de sus origenes, esto es que no hayamos perdido el rumbo ni el sentido de la profesión de nuestra fe, de que no nos vayamos por las ramas, como decimos por aquí, sino que mantengamos el centro y la esencia de la misma. De aquí nacen preguntas como de corazón y con convicción me mantengo firme en mis creencias?, Qué hago para cultivar mi fe y profundizar en ella?, permito que esta fe se manifieste en las obras que realizo?

Dentro de la Escritura hay desde los orígenes una aparente rivalidad entre las obras y la fe, puesto que mientras leemos a San Pablo que le da fuerza a la salvación que viene por la fe, hay otros sitios, como la carta del apóstol Santiago que nos habla de la exigencia de las obras, tanto así que dice que una fe sin obras es una fe muerta. En realidad no hay una contradicción sino que son dos caras de una misma moneda, al final la fe y las obras se complementan, la primera, entendida como la relación que establezco de corazón con Dios, es el centro de donde dimana esas obras que son expresión de esa relación que personalmente cada uno está llamado a construir.

Ahora bien, el peligro de las acciones y obras que realizamos es precisamente que no nazcan de este centro o que no lo tengan presente de ninguna manera, sino que sean frutos de otras cosas que terminan viciando lo realizado, por no haber o no existir una recta intención. Es lo que las Sagradas Escrituras nos manifiesta y es que por muchas buenas obras que hagamos si no hay caridad de nada nos sirve. De allí la importancia de tener una fe sólida, de creer de corazón, que no hagamos las cosas simplemente para que nos vean, sino porque son acciones que también nos realizan como personas.

Al final es aquí donde se encuentra la solución a muchos conflictos de fe que podemos tener, que son los que precisamente nos llevan a una disociación entre lo que decimos que creemos y las acciones que realizamos, el hablar por ejemplo del amor de Dios y no tener o no manifestar con nuestras acciones un amor al prójimo, esto es, tener una fe de apariencias. La invitación aquí sería entonces a ser sinceros con nosotros mismos, a no engañarnos, sino realmente dejar que lo que creemos también permee las fibra más íntimas de nuestros ser, de tal manera que sea una fuerza interior que nos ayude en nuestro crecimiento personal.

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