SANDRA ESTÁ PERDIDA


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Imagen de Khusen Rustamov en Pixabay
Editada con PhotoScape


«Todo trabajo sobresaliente, tanto en el arte como en la ciencia, resulta del inmenso celo aplicado a una gran idea.»

—Santiago Ramón y Cajal


SANDRA ESTÁ PERDIDA


El detective Cegarra aún entrevistaba a la joven Sara Rangel indagando sobre la desaparición de su única hija. Sandra hace varios días que desapareció, dejando un rastro imperceptible como el viento. El detective cayó en la desesperación puesto que nadie le daba pistas relevantes. Sandra solo tenía dieciséis años, nadie se dio cuenta en que momento desapareció. Sara estuvo con ella la noche en que desapareció, dijo que se había perdido con unos chicos en el bosque, pero todos, a excepción de Sandra, no regresaron a la reunión en la que estaban.

Cegarra era un hombre divorciado, que vivía solo en el cuarto piso de un apartamento oscuro donde casi nunca se quedaba, puesto que su trabajo ocupaba mucho tiempo. Hace cuatro años que se separó de su esposa, la noticia fue devastadora para Sandra que tuvo que mudarse con su madre a otra ciudad, cambiando su entorno y sus amistades. Sandra, cada vez que visitaba a su padre, pasaba el tiempo con sus amigos especialmente con su mejor amiga Sara, a la que jamás pudo olvidar. Casi no veía a su padre puesto que muy poco estaba en casa, por lo que pasaba más tiempo afuera que en su hogar.

Sandra y Sara eran muy unidas pero, ¿qué sucedió? ¿Dónde está Sandra? ¿Por qué no llegó a su casa esa noche? Eran preguntas que Cegarra, su propio padre, tenía que contestar. El detective recibió múltiples llamadas desesperantes de su esposa, las cuales tuvo que eludir. El hombre estaba enfocado, evitaba las distracciones y se mantenía en mente fría para poder encontrar a su hija. Cegarra, después de la confesión de Sara, decidió ir en búsqueda de los chicos que acompañaron a Sandra esa noche.

Era todo muy extraño, al parecer, todos ellos habían vuelto ilesos a sus casas excepto Sandra, ¿por qué?, ¿Le habrán hecho algo malo a la chica? Eran tres de ellos y el primero que investigó se llamaba Simón Angarita, un chico de quince años con aspecto de skater y actitud confiada. Cegarra lo enfrentó, clavó su mirada fría en él, le preguntó sobre su hija y el chico actuó como si no tuviera idea. Eso enfureció a Cegarra, golpeó la mesa con sus dos manos con mucha fuerza, el chico se fue para atrás sorprendido, sus padres estaban nerviosos y querían actuar, pero el detective se los impidió.

Luego de preguntas incisivas y una abrumadora tensión, el chico solo confesó que estaban en el bosque con ella bebiendo unas cervezas, él estaba muy ebrio y comenzó a marearse y como vio que todos se echaron al piso para dormir, él también hizo lo mismo. Cuando despertó, era de madrugada, sus amigos estaban pero Sandra ya no, pensó seguramente que había vuelto a la reunión, así que él también hizo lo mismo, pero no la volvió a ver después de eso.

La coartada del muchacho parecía verosímil, y sin pruebas, ¿cómo Cegarra podía corroborar?, decidió entonces buscar a los otros dos para encontrar veracidad en la historia. El siguiente chico se llamaba Carlos, tenía la misma edad de Sandra, era delgado, nervioso, parecía que algo ocultaba. Cegarra lo rodeó en el sofá de su casa atacándolo con preguntas. El chico con la voz quebrada apenas respondía. Le sudaban las manos, Cegarra era muy observador, estaba casi seguro que algo siniestro ocultaba.

La coartada del joven Carlos coincidía con la de Simón, con el detalle que esa noche, al despertar, se consiguió en el bosque solo con su amigo Omar percatándose que Sandra y Simón habían desaparecido, volvió a la reunión pero solo encontró a Simón, pensó que Sandra se había ido ya a su casa. Eso desalentó mucho a Cegarra, quería golpear la pared con todas sus fuerzas, lo único que le quedaba era interrogar al tercer chico y si este confería una historia similar, se iría abajo sus únicas pistas, a menos que los tres mientan, pero volveríamos a lo mismo, ¿cómo podría comprobarlo?

Se dirigió a la casa de Omar Saavedra, el tercer sospechoso, de manera inmediata. Al llegar, no tuvo una buena recepción de los padres, quienes miraban al detective con desconfianza y desprecio, pero lo dejaron pasar puesto que no tenían opción. Ya era casi de noche, había sido un día agotador para Cegarra, por lo que esperaba que este chico le diera aunque sea un índice de las respuestas que necesitaba porque si no se pondría de mal humor.

Omar se veía muy tranquilo, como si no hubiera hecho nada malo. Cegarra lo miró bruscamente, pareciera que lo amenazara con la mirada. Le hizo las mismas preguntas que le había hecho a sus otros dos amigos pero con un detalle revelador. Omar fue el último que despertó en medio del bosque, solo, sin sus compañeros a su alrededor, veía como lentamente la fogata se extinguía cuando de repente vio a Sandra acercarse, se veía muy extraña, como si estuviera en medio de un trance. Mantuvo sus ojos fijos en los ojos de Omar y, de repente, reveló de sus manos un par de dados, fue en ese instante en que Cegarra escuchó por primera vez el nombre de «Uluntu», el juego de los infiernos.

Sandra lo había retado, y quien perdiera debía ofrecerse como sacrificio en la fosa que está en el bosque. El juego consistía en que cada jugador debía elegir un número más alto o bajo que fuera a salir de los dados, si salía un diez y un jugador pronunció un once, y el otro un nueve, entonces el ganador sería el que eligió el número once. Si por el contrario, el ganador fuera quien elegiría el número más bajo de un diez, entonces el que eligió un número por encima de este sería el perdedor. Quien perdiera deberá aceptar las consecuencias, y esa noche le tocó a Sandra, dictaminado en las reglas que quedaría atrapada dentro de la fosa del bosque.

Cegarra no podía creerlo, se enfureció mucho con el muchacho, quería molerlo a golpes. Sus padres lo detuvieron, sorprendidos por el arranque de ira del detective. Cegarra salió disparado de la casa, se dirigió hacia el bosque adentrándose hasta la famosa fosa, pero allí no encontró nada solo un hueco lleno de oscuridad y hojas secas. Sin embargo, en lo más profundo, eludiendo las barreras de lo tangible, yacía el cuerpo sin vida de Sandra envuelto en raíces gruesas y la boca cubierta de tierra.

FIN


Escrito por @universoperdido. 30 de abril del 2021

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