[ESP-ENG] MADNESS AND OBSESSION

E S P A Ñ O L

LOCURA Y OBSESIÓN

Nunca volveré a confiar en Martha, es una persona vil y demente. Con astucia ha tratado de destruir a mi familia, y finalmente lo ha conseguido. Una vez fuimos amantes hasta que me di cuenta de su nocivo veneno; y cambié mis caricias por desprecios, mi pasión por odio y mis encuentros por ganas de eludirla.

Me expié de su locura y su cuerpo hasta que finalmente pude deshacerme de ella, o eso pensaba. Martha no era una persona de fiar para el pueblo y ahora para mí. Solo había una persona en la que ella confiaba y esa era mi hermana Elizabeth; quién iba visitarla cada noche cuando la veía.

Cada mañana era cómo entrar a un limbo, Martha se paseaba por los límites de mi hogar, esperándome como un lince a su presa, luego se marchaba con mi hermana tomadas del brazo, como si fueran las mejores amigas; puedo jurar que por un momento, podía atisbar los ojos de Martha observándome fijamente antes de marcharse.

Quería hablar con Elizabeth para que terminara su amistad con esa loca, era obvio que sus intenciones eran acabar con mi familia, pero no quería que se notara mi desprecio hacia Martha así que formulé un plan.

Hablé con Christian; mi futuro cuñado, quien se ha convertido en la persona en quien más confía mi hermana. Le dije al muchacho que convenciera a Elizabeth de terminar su amistad con Martha, lo cual él accedió y procedió con ejecutar mi plan. Al otro día lo esperé, con una alegre esperanza en mi pecho, pero cuando me acerqué a preguntarle, me dijo indiferente que no lo molestara más con el tema.

Quedé aturdido con la cabeza llena de incógnitas, algo pasaba que la gente se alejaba de Martha incluso cuando se trata de íntimos favores. Era de esperarse, pues es una mujer despreciable, y más aún, cuando me enteré de lo que me hacía a mí y a mi hermana.

Comencé a tener terribles pesadillas con tumbas olvidadas, muñecas colgadas diabólicamente en ramas de árboles y símbolos colocados en medio del bosque. Soñaba con fuego, bailes y rezos paganos. Soñaba con criaturas que se extendían por la tierra y proliferaban en pequeñas poblaciones rurales para tener sexo con sus mujeres.

Era testigo de masacres, violaciones y perversiones que incluían sacrificios de bebés y hombres quemados en hogueras. Mis ojos aguantaron adoloridos al ver que a una pequeña le extraían las entrañas; incluso podía percibir olores putrefactos que provenían seguramente de algún cadáver más descompuesto. Me volvía loco y cada sueño era peor.

Despertaba con la mayor de las suertes, pues pensaba que estaba muerto. Adelgacé bastante. No sentía ni apetito siquiera. Tenía ojeras como hendiduras negras y escalofríos de una noche sepulcral. Temblaba todo el tiempo, ni el café de las mañanas me satisfacía. Lloraba a cada rato e incluso pensé en el suicidio como único medio de escape.

Mi hermana Elizabeth me observaba sorprendida, luego me eludía como si mi aspecto le importara poco. Me pareció muy rara y sospechosa su actitud.

Cuando llegaba la noche, sentía terror por irme a dormir. Sabía que las cosas empeorarían así que hacía todo lo posible por mantenerme despierto. Al final, mis intentos terminaron siendo un fracaso, por lo que me dejaba arrastrar hasta las fauces del infierno.

Una noche, en un impulso de mi conciencia, desperté más temprano de lo habitual, miré hacia un lado para encender la lámpara y encontré a Elizabeth de rodillas en el suelo, con un trozo de tiza blanca en su mano derecha.

Me levanté y de manera brusca le hice preguntas. Ella asustada y sin decir palabra alguna, miró debajo de la cama, yo hice lo mismo y encontré un símbolo muy extraño, remarcado con la tiza blanca que Elizabeth cargaba en su mano. Al preguntarle, me dijo que todo había sido culpa de Martha, pues le había pedido con engaños que lo hiciera para que yo me volviera a fijar en ella.

Estaba furioso, Elizabeth no quiso comprender la magnitud de lo que hizo y se separó de mí, hacia los brazos de Christian. Poco a poco pude recuperar mi vitalidad, pero a mí hermana no la volví a ver. Nunca perdonaré a Martha por lo que hizo, y ahora le tengo miedo, pues cada noche, aunque ya no esté bajo sus hechizos, ella me observa recostada sobre la amplia ventana de mi habitación.

FIN