EL FIN DEL DESDEÑADO (Cuento corto)


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«Cuando los abusos son grandes y arraigados, el empuje para arrancarlos ha de ser fuerte.»


— Jaime Luciano Balmes

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EL FIN DEL DESDEÑADO

Deambulaba por las calles arrastrando sus pies descalzos y callosos. Miraba a su alrededor, la gente lo observaba con desprecio. Se apartaban de él, cerraban las puertas y ventanas de sus casas. Algunos se compadecían de su languidez y le otorgaban una limosna. Los ancianos al verlo escupían a un lado con repulsión, y murmuraban palabras peyorativas sobre su semblante.

Su cuerpo vestido por harapos y mugre parecía deshacerse, como una vela consumida por el fuego. Sus uñas largas e inmundas acariciaban las paredes de la avenida donde caminaba. Cuatro mujeres hostiles y de mal humor lo veían, y al instante sacaban escobas y garrafas con agua para espantarlo, como una bestia silvestre. Él eludía los rencores que diariamente enfrentaba, y huía hacia los parques aledaños.

Cerca de una vereda hacia un lago cristalino, contemplaba la gracia de pequeños perros y gatos jugueteando entre sí, y más hacia el fondo unos flamencos, que extendían sus rozadas alas alabando al sol. Tal magnificencia lo reconfortaba, pero éstos al verlo acercarse le rehuían, quedando solo en el vergel. Una pareja de enamorados compartían sus cariños sobre la verde grama a unos pasos más allá; estaban muy contentos y ebrios. Él aprovechó y robó una de sus botellas de licor medio vacía y atravesó los matorrales.

Cruzó un gran camino, introduciéndose al bosque. Los árboles eran altos y la maleza tupida. Los pájaros cantaban y relucían sobre las ramas más altas. Había zorros, ardillas y mapaches; también ciervos y pequeños linces, quienes al verlo regresar a su refugio se paralizaban hasta perderlo de vista.

Dentro de la extensa naturaleza, había una cabaña malograda hecha de troncos mohosos y musgos que caían de los árboles. A un lado del lugar había una balsa, construida con madera joven y resistente. Al llegar, tomó varios sorbos de licor; muchos de hecho, y comenzó de nuevo a trabajar con la madera de la barcaza.

La noche llegó, el frío empezó a ascender; le quemaba la piel y los labios y entumecía sus pies y manos. Intentó calentarse con su aliento; no causó efecto alguno. Comenzó a caer una brisa húmeda que espetó sobre su rostro. Luego vino la lluvia, una terrible tormenta. Las ráfagas derruían sin piedad su mísera choza; intentó contener el techo pero fue esfuerzo en vano. La casa se derribó y el agua y la tempestad comenzaron a sofocarlo. Luego fueron por la balsa, que resbalaba por un creciente arroyo de húmedas hojas secas; se hicieron con el pequeño barco arrastrándolo paulatinamente.

Él notó este peligro e intentó detenerlo, pero no pudo vencer a la tormenta. Decidió montarse en la embarcación, aunque no estaba lista todavía; pensó que si ha de morir entonces que sea sobre su única esperanza. Se movió rápidamente, descendiendo hacia el bosque. Chocó con varios árboles pero esto en vez de tener terribles consecuencias lo llevaron hacia una aventura extraordinaria.

Llegó a una extraña laguna; desconocida para él ya que su ubicación era ocupada por un claro, o eso pensaba. Creyó que la balsa se voltearía y moriría ahogado, así que se aferró a ella, como único instrumento de salvación. De repente, un resplandor destelló sobre rostro, quedó cegado por completo. Sintió una paz paliativa acompañada por una calidez y un silencio abisal. Ya no había rastro de la tormenta, ni de las trémulas aguas, ni de los estruendosos relámpagos, ni del miedo y la discordia, solo estaba él frente aquella revelación divina.

De la luz emergió un brazo, blanco y hermoso como porcelana, y sintiendo gran confianza lo tomó, siendo arrastrado al portal luminiscente. Días después unos campistas encontraron la balsa; partida en dos sobre el claro, y junto a esta, un cuerpo sin vida, con el brazo derecho encima de la pequeña embarcación.

FIN


Escrito por @universoperdido. 28 de Enero del 2021


La foto de portada es de mi propiedad, tomada con un celular moto e4 y editada con PhotoScape y Snapseed.

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