Entrada al Concurso de minicuentos en honor a J. L. Borges de Literatos | En el discurrir del sueño



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En el discurrir del sueño

—Detective Ramírez, le llegó este paquete, ¿usted esperaba esto?
—No siempre hay razones para esperar, aparece algún remitente.
—Aquí dice lo siguiente: lo que hoy es evidencia ayer fue imaginación. William Blake. ¿Lo conoce?

—Todo bien sargento, veré de que se trata.

Era por 1959, cuando realicé ese duro viaje por Escandinavia, los encontré en una acalorada discusión por las razones que tenían de la muerte de un clérigo, llamado Welter, alguien tenía que ser el asesino, —decían.
—¡Señor! —se dirigió a mi persona, —¿cree usted, que la muerte lo decide todo y puede cometer un crimen sin una justificación loable?
—Habría que poner todos los puntos sobre la mesa y pensar en las posibles coartadas, solo tengo este libro, ¿quiere usted leerlo? —eso dijo el más viejo de ellos, —por supuesto, allí pueden estar las evidencias.
—Sí, desde luego, debe haber una lógica para poder entender por qué quitar esa vida, mejor me voy, ya son las doce y media.
—Hablaremos otro día señor, léalo con tranquilidad.

Miré el reloj, apenas iban a hacer las diez y media pronto sería el domingo 31 de agosto, quizá deba apresurarme, leeré el libro. Algo no cuadra con las horas.
Cuando llegué a la habitación, preparé café y me dispuse a leer con la calma necesaria.

—Quizás sea necesario leer un poco, —dijo Josué, —ese señor malinterpreta la historia; sentía la voz de los personajes, allí estaba el Abad Justiniano, que defendía su número de horas enclaustrado en aquellos muros, mi presencia no les importunó, así que me incluí en su conversación, así que les dije que necesitaba saber del caso Welter, me miraron con sorpresa, no esperaban a otra persona en aquel lugar, o la pregunta era algo indiscreta.

—Usted también viene con mentiras, todos me culpan porque puedo ver desde la oscuridad y es allí donde ocurrió ese terrible crimen.
—Usted me puede decir, ¿quién lo hizo?
—Simplemente las cosas ocurren, he viajado mucho y siempre la realidad es un sueño incomprensible que nos atrae, como ese caso de welter, ¿no es así Justiniano?
—Solo sé una cosa, está al final de esta historia, pero no debo decirlo, a menos... Se quedó pensativo, —que usted se abra a la luz, el Clérigo Welter así lo quería.
—¿Qué es lo que quiere decir? —pregunté.
—Espere inspector, no haga deducciones, no todavía.
—Tiene razón, quizás deba cerrar el libro un momento, solo para reflexionar.

Me sacudí, el polvo acumulado me hizo estornudar, la inquietud me invadió, así que volví a leer adelantando un poco la historia.

—¡Ah! Regresó, sabía que lo haría, me imagino que está al tanto de la situación, ya estoy muy viejo, pero el sueño es algo que no podemos controlar y seguro que usted piensa que lo engaño, pero ambos ahora somos personajes, salga del libro y compruébelo, tal vez de su mano salió el cuchillo, estos muros esconden mucho misterio, le enviaré el libro inspector Ramírez, tal vez pueda recordar esa noche.



Imagen de portada editada con PhotoScape

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