RELATOS DE TURISUPI / Qué pérdida de glamour.


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Se podría decir, sin temor a exagerar, que Aranxa era la mujer más refinada de Turisupi. Nunca había salido del pequeño caserío, sin embargo, había traído de cuna una distinción innata que expresaba en sus gestos, en su manera de hablar y hasta en su estilo para caminar.

Su voz, de modulaciones suaves, era acompañada por un léxico que había ido refinando con el tiempo, con buenas lecturas de autores clásicos.

Todo esto lo notaban todos y lo sabía la misma Aranxa quien, interiormente, cultivaba la secreta teoría de que en su encarnación anterior debía haber sido parte de alguna familia real, y que por algún devaneo, su karma la había hecho nacer en este poblado minúsculo y - para ella - gris.

Acariciaba la idea de que, en algún momento, un golpe de suerte la haría llegar al nivel que se merecía y, mientras tanto, vivía en su bucólico poblado acompañando sus lecturas clásicas con novelas ligeras de la autora Bárbara Cartland de mano de la cual recorría elegantes castillos en compañía de condes, duques y marqueses.

Trabajaba como Secretaria de Crédito en una entidad bancaria ubicada en Guyana y su prestancia y donaire la hacían aparentar más ser la gerente que una simple secretaria.

Un día, al bajar del autobús que la llevaba a diario a una cuadra de distancia de la agencia del Banco, se detuvo un momento en una panadería. Ese día había salido con retraso de casa y no había tenido tiempo de desayunar. Así que solicitó un yogurt con duraznos y unas galletitas de soda. No había nada de esto... Sólo unas grasientas arepas rellenas de caraotas negras, chicharronada o chinchurria. Hizo un mohín despectivo y, como única opción, prefirió tomar un "Tres en uno", batido de jugo de naranja mezclado con zumos de zanahoria y remolacha.

La vergüenza que pasó después se la adjudicó rencorosamente y, durante mucho tiempo a los efectos de este jugo.

Casi al entrar a la oficina sintió necesidad imperiosa de ir al baño, acompañada por un extraño dolor de estómago. En cinco años en la oficina nunca había tenido la necesidad de utilizar ese sanitario que consideraba ubicado con muy mal gusto en todo el frente del escritorio del Gerente, el Sr. Zambrano.

Entró en el baño y se sentó en la taza sanitaria. Al momento evacuó con un sonido fuerte, gorgoreante, que supuso había sido escuchado claramente por el Sr. Zambrano.

Sintió que parte de lo evacuado no terminaba de separarse de su cuerpo sino que permanecía suspendido en el aire. Con repugnancia tomó suficiente papel higiénico para realizar la operación de tomar esta parte de sus heces y arrojarla en la taza sanitaria, pero lo que palpó era algo gomoso y alargado. Entró en pánico, pensando "Se me están saliendo los intestinos"
Comenzó a gritar horrorizada, totalmente fuera de control, llena de pánico.

El Sr. Zambrano llamó a la subgerente de Personal: "María, anda a ver qué le pasa a Aranxa, parece que la poceta se la está tragando"

La Sra. María tocó a la puerta alarmada al escuchar los gritos y el llanto de Aranxa : "Hey , ¿Qué pasa ahí?" "Señora María algo me cuelga,ay, ay, creo que se me están saliendo los intestinos, es algo gomoso, delgado, alargado"

La Sra. María abrió la puerta. Aranxa era un manojo de nervios y desesperación.
"Oye ¿No será una lombriz?"
"Ay, no se, no se"
Aranxa lloraba ahora a moco suelto.
"Voltéate para ver"
Aranxa, olvidada por completo de todo pudor, recato y comedimiento se dio la vuelta.
La Sra. María grito:
"Ay, sí, es una lombriz" Y arrancó a correr, dejando a una Aranxa llorosa a más no poder.

La Sra. María fue donde Ana Sayago, la secretaria de crédito, quien tenía dos hijos lo cual la hacía, según su modo de ver, candidata de tener alguna experiencia en lombrices.
"Ana, por favor, ve al baño, Aranxa tiene una emergencia, necesita tu ayuda" Antes que Ana fuese a tener tiempo de preguntarle algo, ya la Sra. María Carpio se había encerrado en su oficina.

A estas alturas del partido Aranxa lloraba "¡Me voy a morir! ¡Ay, ay, ay!"
Ana entró "¿Qué te pasa?"
"Estaba evacuando y me salió una lombriz, está colgada allí, no hallo qué hacer"
"Toma un poco de papel toilette, sujétala y hálala...no te va a doler...tranquila"

Aranxa hizo lo que Ana le aconsejaba, pero cuando la haló, la malvada lombriz...¡Se rompió! Instintivamente tomó de inmediato el otro pedazo colgante que se deslizó afuera con facilidad mientras goteaba un líquido viscoso.
"Por favor, Ana, no le cuentes a nadie esto, qué vergüenza, qué vergüenza"
"Tranquila. Mira, me voy, estoy atendiendo un cliente"

Aranxa quería morirse de la pena, ahora recordaba con claridad cómo había expuesto sus glúteos a la mirada inquisidora de María Carpio.
Se lavó las manos cuidadosamente, la cara, se pasó los dedos por el cabello y salió del baño. Apenas pasó el área frente al escritorio del Sr. Zambrano e ingresó en la oficina bancaria propiamente dicha, todos sus compañeros voltearon a mirarla con cara de festejo y se dio cuenta que Ana o María habían regado la voz demasiado rápido.

Aranxa recordará siempre este día como el de su mayor bochorno, y su corolario fue que al llegar a casa , su madre le tenía preparado para la comida, un plato de espaguetis con salsa de tomate casera y queso rallado, acompañado por bistéc y tajadas de plátanos fritas, su plato preferido. Pero los espaguetis se le antojaban ser tantas otras lombrices y con mucho asco le fue imposible comer.


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