Entrada al Concurso de minicuentos de Literatos | Otra forma de amar




. --¿Dónde está la Curra?

  • En el liceo
  • O sacas a esa muchacha del liceo o yo me voy y no regreso.
    Ese mismo día, Amelia retiró los documentos del liceo ya que hacía todo lo que él decía. Nazzar venía de un país muy lejano, con un idioma enrevesado – y se había metido a vivir con ella a pesar de tener ya tres hijos de tres padres diferentes. Luego ella le había tenido dos hijos más a él. Un varón, y una niña.
    Nunca pasaron necesidades porque realmente, la comida nunca faltaba en la mesa, ni calzado, ni ropa. Compraba a todos por igual, a los hijos propios y a los ajenos. Pero su trato era muy diferente con ellos.
    Si su niña se caía estando cerca de una de sus medias hermanas y ellas no llegaban a tiempo para detener la caída eran tres correazos bien fuertes por donde le cayeran. En su nación las mujeres no estudiaban y no entendía cómo acá lo permitían. Sólo los varones estudiarían, dictaminó.
    No terminaba de adaptarse a este país que seguía considerando extraño. Tampoco le gustaba la localidad de Turisupi, donde había terminado recalando luego de recorrer muchos poblados.
    Se quedó allí porque allí conoció a Amelia y – a su modo se enamoró de ella -.

En ese momento llegaba la Curra del liceo, sabiendo que no podría estudiar y sin entender por qué su mamá no la apoyaba. En ese momento, también, llegaba su abuela Lucrecia. Apenas entrar. Nazzar le dio un empujón que la pegó de la puerta de la nevera:
-¡Acá las mujeres no estudian! Ocúpate de ayudar a tu madre en los oficios de la casa.
Alzó la mano para darle una bofetada y Lucrecia se metió en medio.
--A ella le vuelves a pegar sobre mi cadáver. Amelia, prepárame la ropa de la Curra que me la llevo para mi casa.

-Nazzaro salió dando un bufido. En su país la figura de las abuelas era venerada, contra ellas nada.
-La Curra se fue con la abuela, pero seguía bajo la dictadura del padrastro.

A cualquier hora llegaban a casa de Lucrecia.
-- Mamá ¿Dónde está la Curra?
-Durmiendo ¿Dónde va a estar? Y yo también estaba durmiendo ¿Tú no sabes que acá nos acostamos temprano? Asómate, mira, allí está la Curra.
-- Es que Nazzar dice que la vio pasar en una moto.
-No se cuando nos van a dejar en paz.
Por el camino de regreso Nazzar gruñía:
-Las mujeres de una casa son la honra de la casa.
Con semblante adusto guardó un largo silencio, sumido en la nostalgia de sus costumbres, el deseo de escuchar de nuevo su idioma por todas partes, de comer los alimentos a los que estaba acostumbrado allá en su nación que había tenido qué abandonar cuando estalló el conflicto bélico con las naciones vecinas. De eso hacía ya diez años. Nunca regresó. Su madre quizá ya habría muerto. Nunca podría regresar. Era un viaje demasiado largo y costoso.
Tenía dentro de sí una rabia sorda y una impotencia. Era solo parte insignificante de una masa más insignificante aún. El día que el gobierno decidiera que debían matarse unos a otros irían contra el país vecino a aniquilar rostros y vidas no conocidas de hombres obligados también por sus gobiernos a ir a matar a otros.
Esa noche… con todos los recuerdos mordiéndole por dentro lloró hasta quedarse dormido al lado de una mujer a la que amaba a su modo porque no tenía otra forma de amar






El texto fue creado sin utilizar IA



Foto propia tomada con celular Samsung J2 Prime


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