Tus manos (poema)

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Tus manos
no son las manos que yo imaginé
cuando el primer atisbo del amor llegó a mi cerebro.
¡No eran tus manos! O tal vez sí, pero no lo sabía.

Cuando me has cogido en la calle, así por sorpresa,
como el viento que alza a la hoja de papel abandonada
o se escurre bajo la saya dormida,
he descubierto que en tu mano está impresa mi huella.

Calzo en ella.
Tienes la horma de mis curvas inscritas en ti.
¿Cómo puede semejante milagro serme tan hostil?
¡No lo esperaba!

Que sea tan reflejo mi palma a la tuya, que sienta desnuda
mi alma, sin el estremecer de tus caricias.

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¡Son tus manos como un guante para mis fríos,
para mis trabajos duros;
un pañuelo para mis ojos y lugar de reposo a mis mejillas!
Son tus manos adrenalina para toda mi piel que te llama.
Con desespero y sed, grita... suplica: ¡Tócame!

—¡Tócame! —Pide mi ser, a pesar de los suplicios cotidianos. —¡Tócame!
Y es mi clamor como el del Cordero a los cielos,
desde el amor de la cruz y el dolor de sus clavos.

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