📖 Seres sin alma | Novela original | Cap 1. Parte 1: El amanecer

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Sinopsis


Tras las dos primeras décadas del siglo XXII, la población mundial ha sido diezmada drásticamente por un mortal virus que impide la reproducción sexual de las personas, por lo que mientras en Oriente prolifera el desarrollo de Cybors, en Occidente la sociedad emplea ingeniería genética para procrear a las nuevas generaciones. En la única gran ciudad del planeta poblada mayormente por seres biológicos, un joven concebido de forma natural, iniciará una aventura para descubrir la verdad sobre su origen, lo cual le llevará a desempeñar un importante rol en la salvación de la especie humana.



Nota: Parte del texto que constituye esta publicación, ya previamente conformo otro artículo anterior, por lo que ahora podría ser interpretado como contenido duplicado. Sin embargo, la intensión al repostearlo es añadir algunos elementos extra a la historia en un intento por enriquecer su calidad, elevando el nivel no solo de este fragmento sino de la obra en general. Gracias por su comprensión.






Capitulo 1. Parte 1: El amanecer


Aquella mañana Erik despertó tarde, más tarde que lo habitual en su rutina diaria: a diferencia de otras alboradas no tomó ni un solo instante para desperezar y extender sus extremidades, como solía hacerlo regodeándose sobre el futón en el que dormía, mientras los paneles de cristal líquido que tapizaban las paredes y el techo de su apartamento, simulaban los rayos del sol atravesando ventanales virtuales e ingresando al interior de la vivienda tradicional japonesa que la habitación estaba configurada para recrear; ese era su ritual matutino, el que ejecutaba constante e inconscientemente con cada nuevo amanecer. Sin embargo, en este caso pasó por alto tal comportamiento: apenas abrió los ojos, parpadeo un par de veces y salto de la cama con gran agilidad; lanzando a un costado el edredón que lo abrigaba, para de inmediato cual gimnasta olímpico, caer en pie sobre el tatami que cubría el suelo.

Ese acrobático movimiento no se correspondía en ningún sentido con un aspaviento, que pudiera haber sido provocado por la sorpresa de haber dormido más de la cuenta y observado al espabilar que su dormitorio ya estaba totalmente iluminado, tampoco se trataba de un sobresalto a consecuencia de alguna pesadilla que hubiera estado experimentando y perturbara su sueño; por el contrario, ese acto reflejo era la inequívoca manifestación de su optimo estado anímico: en aquel momento la energía de su alma no cabía en el interior de su ser, sentía como si pudiera alzar el vuelo y surcar las nubes sin más sustento que su propia dicha. Pero, ¿cómo no iba a sentirse así? habiendo compartido, solo horas antes, una inédita noche de pasión con su amada Amy.

Día tras día con la llegada del alba, era rediseñada de forma automática la decoración del inmueble: conservaba el estilo nipón con el que Erik estaba obsesionado, pero reemplazaba detalles como los murales interiores mostrados durante la jornada previa; él mismo había establecido de tal forma los ajustes del software, para que el panorama que observara al abrir los ojos tras despertar, le resultara agradable y novedoso. No obstante, esa mañana ignoró por completo la actualización del tapizado digital. Estaba allí parado en medio del cuarto con los ojos abiertos, pero aun así, su mente no percibía otra cosa, más que la imaginaria visión de su Geisha Americana, como solía llamarla; la de aquella chica cuya tez pálida y tersa cual Porcelana de Hasami, en conjunto con su castaña cabellera y los grandes ojos rasgados que protagonizaban su rostro, exhibía una exótica belleza oriental.

Visiblemente ella era una joven hermosa y sexy, pero más allá de su atractiva apariencia física de complexión delgada y carita angelical, exhibía además una personalidad que combinaba a partes iguales la humildad con la intelectualidad, agregándole a la mezcla un sutil toque de picardía y una porción sustancial de ternura que podía percibirse al escuchar su dulce voz y observar la amabilidad con que trataba a las demás personas. Ese cóctel temperamental cautivó de inmediato a Erik, dejándolo encantado desde el mismo instante en que se topó con ella tan solo unos ocho meses atrás: se habían conocido mientras ambos visitaban una feria-exposición sobre la cultura de la llamada "tierra del sol naciente" de la que él, pese a ser un joven orgullosamente latinoamericano, era un gran fanático. Por supuesto, la muestra presentaba la cultura que existía en aquella nación antes del año 2047 en el que estalló la llamada Guerra de los Dragones, la cual terminaría con la anexión de Corea, Taiwán y Japón al creciente imperio Oriental.

Pronto el disco robótico de servicio se aproximó a él para suministrarle un par de chanclas plásticas, de modo que introdujo sus pies en ellas, estiro ahora sí los músculos de su esvelta y atlética humanidad, gesticulando en su boca un corto bostezo, y a continuación caminó en dirección al baño del diminuto apartamento. Tales acciones las realizó en piloto automático, pues no conseguía apartar de sus pensamientos, los recientes recuerdos que habían cuajado en su conciencia pocas horas atrás: en el momento en que sus neuronas captaban una serie de impulsos nerviosos, que le llevaban a experimentar la sensación de roce entre su cuerpo y la exquisita desnudes de su amante. Aquellas señales recibidas por su cerebro, le dotaban con la percepción de sus dedos al palpar la piel de mayor suavidad que hubiera acariciado antes, a la vez que le permitían vislumbrar la femineidad de Amy al danzar sobre él y sorprenderlo con un imprevisible derroche de sensualidad y erotismo.

Sin duda alguna, haber adquirido la última generación de accesorios de híper sensibilidad neuronal, había llevado la relación al siguiente nivel, ahora el cibersexo se había vuelto algo mucho más auténtico y sublime para ambos. Tanto, que aunque personalmente solo se habían encontrado en un par de ocasiones, mientras visitaban lugares públicos de la ciudad, y el tiempo que habían compartido juntos físicamente era muy escaso, ya habían contemplado la posibilidad de formalizar su unión ante la sociedad, adquiriendo una biocápsula para engendrar a un bebé como lo haría cualquier otra pareja de jóvenes enamorados, que pretendiera convivir en una relación sentimental y emular a lo que en épocas pasadas se le daba el nombre de "Matrimonio".

Lo único que les había impedido hasta el momento legalizar su relación mediante la convención jurídica que en la actualidad se denominaba Acuerdo de Procreación Compartida, era que no estaban a gusto con traer al mundo a un “ser sin alma”, como las doctrinas espirituales solían referirse a los hijos procreados artificialmente, y debido a que ambos albergaban ideales espiritualistas, no estaban de acuerdo con la clonación humana. Ellos mantenían la esperanza de que con el pasar de los años, la ciencia médica consiguiera un procedimiento eficaz para concebir niños del modo natural, como ocurría en las décadas pasadas.



Siguiente entrega


Para leer la continuación de esta novela, puedes hacer clic en este enlace y dirigirte a la próxima publicación correspondiente a la secuencia que da continuidad a la historia.



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