Tropezar con un recuerdo (Relato corto)

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Tropezar con un recuerdo

Tenía meses sin salir de mi habitación, de mi casa. Pero aquella mañana me decidí y salí. No había caminado unos metros cuando lo vi, estaba agazapado, esperándome. Aunque me estremecí, traté de ignorarlo, no verlo, por aquello de que ojos que no ven, corazón que no siente. Pero fue en vano: el recuerdo me atrapó.

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Estaba allí, intacto, como si hubiese sido ayer y no hace meses que lo hubiese visto por última vez. Estaba en la misma plaza, con los mismos olores, con el mismo sonido de eco que se expande aún en el silencio. Sentí un dolor fuerte en el pecho porque me pegó violentamente, brutal. Entonces caminé rápidamente para huir de él, pero era muy tarde: el recuerdo ya me perseguía.

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Como si tuviera una alucinación, empezaron a llover recuerdos por todos lados. En la heladería, en el café: sus palabras, sus manos, su cuerpo, su ojos comenzaron a seguirme. Quise correr, pero lo pensé mejor y preferí detenerme. Tal vez si hablaba con el recuerdo, si hacía las pases con él, si llegábamos a un acuerdo.

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Y eso fue lo que hice: me detuve y el recuerdo se me vino encima. Fue duro aceptarlo, pero fue más duro para el recuerdo saber que trataba de ignorarlo. El recuerdo me dijo que quería que lo viera de frente, que él existía y que le diera su espacio en la vida que ahora tenía, solo así, tal vez, algún día, el recuerdo con el tiempo se marcharía porque serían otros recuerdos los que vendrían a hacerme compañía.

HASTA UNA PRÓXIMA OPORTUNIDAD, AMIGOS

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