Sin escapatoria
Hace meses que comencé a escucharlos. Primero dijeron mi nombre y después comenzaron las risas y las monstruosas sentencias. Mi primera idea fue abrir la puerta, las ventanas y ver quiénes eran; pero al instante me di cuenta de mi error y fue entonces que cerré todo. Después de aquel día surgieron las huellas en mi piel, como arañazos: surcos llenos de sangres que estaban allí cuando abrí los ojos.
Ahora no puedo dormirme. Están por todas partes y han venido a buscarme. Cautelosamente me he sentado aquí en el suelo, quieto, aunque con el pulso agitado. Por momentos he sentido un cálido aliento a mi lado, un respirar en la sombra. ¿Lo oyes?
Ahora han llegado montados en sus caballos. Son ellos, no hay duda. Sus pasos están lo suficientemente cerca como para oírlos. Mi familia dice que son alucinaciones mías, inventos de mi memoria, macabras historias que suenan en mi pecho. Pero ellos son verdaderos, ya están por toda la casa y han venido por mí.