Los niños que aprendieron a volar (Relato corto)


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Los niños que aprendieron a volar


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El olor a rancio y a humedad era parte del mínimo espacio en donde Tere vivía con sus padres y hermanos. Las paredes deterioradas, el piso estropeado, el precario inmobiliario daban la impresión de una privación absoluta, una carencia infinita, una pobreza extrema. No eran conocidos los habitantes de aquella casa por poseer formación alguna: para los padres solventar la escasez de alimentos era primero. No estaba entre las prioridades alimentar el conocimiento.

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Una tarde, mientras los niños vagaban buscando sustento, llegaron a una plaza donde había un cuentacuentos. Atraídos por las risas de otros niños, se acercaron en silencio y empezaron a escuchar las historias, curiosos y atentos. La tarde pasó entre historias maravillosas que hicieron que los niños olvidaran los sufrimientos y cuando volvieron a casa, lo hicieron llenos de alegría y contento.

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Y así cada tarde, como si fuera un hermoso vuelo, los niños viajaban entre historias como pájaros en el cielo. No tenían hambre, tampoco tormentos y por un pedacito de instante olvidaban los lamentos. Allí, entre otros niños, en su ingenuidad entendieron que para el mundo y para Dios, ellos eran lo primero.

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Cuando el tiempo pasó y aquellos niños crecieron, fueron hombres de bien, trabajadores de empeño. Creativos y listos, diligentes y diestros porque nunca dejaron que aquel entorno paupérrimo los destruyera, los arrasara, los envolviera en un duelo. Un día le preguntaron cómo habían logrado superar todo aquello, con emoción dijeron que en aquellas historias y en algunos libros, lograron conseguir consuelo.

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HASTA UNA PRÓXIMA HISTORIA, AMIGOS

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