La corazonada de la madre
A las 10 de la mañana el muchacho había dicho que saldría a la esquina y las esquinas en los barrios son los lugares perfectos para perder la vida. De allí la preocupación de la madre, que de un lado a otro camina, que registra el celular cada segundo y a cada instante por la ventana mira. El muchacho le había dicho que como a las 12 regresaría, y la madre se pregunta si a las 12 de la noche o las 12 del mediodía. Me faltó preguntarle, piensa la mujer mientras contempla sobre la mesa, cubierta con un paño, la comida fría.
Temprano se escucharon unas detonaciones y su corazón se detuvo con el padre nuestro en la boca. Salió corriendo a la puerta como una loca y llamó a su hijo muchas veces, pero nadie respondió, como si la gente fuera sorda. Y desde ese instante está en la ventana y aunque quiera llorar, no llora, porque tiene fe que su hijo volverá sano y salvo en cualquier hora.
Ahora es la 1 de la madrugada y la madre un frío en el pecho siente. Un sustito, un pálpito, un miedo que el alma muerde. Pero la madre, con las manos juntas, ora en silencio para cambiar la suerte porque ella sabe y presiente, y aunque aquellos pensamientos con fuerza deseche, que cuando su hijo salió de casa, detrás de él iba la muerte.