Bettina tiene música de fondo (Relato corto)


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Betina tiene música de fondo

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Recuerdo la primera vez que vi a Bettina. Llovía a cántaros y estábamos en una parada del bus. Ella llevaba unos audífonos que dejaba escapar algunos acordes de una canción desconocida para mí. Tuve la suerte de sentarme a su lado y verla sonreír por primera vez cuando le pregunté qué escuchaba. Ella me dijo que una Saudade y en aquel entonces no sabía que aquella melodía se parecía a Bettina, pero también a mí.

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Aquel fue nuestro primer encuentro, con la lluvia de fondo. Luego Bettina se hizo importante en mi vida. No había día ni actividad en la que no escucháramos música, que aquellos acordes traspasaran las paredes de nuestra habitación, de la cocina, la biblioteca, de la sala. Banalizamos el hecho de encontrarnos y mirar por la ventana cómo llegaba, ante nuestro asombro y silencio, la noche que nos cegaba y cómo la música de María Bethania nos llenaba de tanta nostalgia.

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Como aquel que le mete el dedo a la llaga, insanamente escuchábamos aquellas canciones para traspasar los umbrales conocidos de la melancolía y la alegría desterrada. Como el que ve llover eternamente por la ventana y se lacera con antiguos recuerdos, así Bettina y yo solíamos estar juntos, conscientes obscenamente de la hora final de nuestra relación.

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Así, un día, fue inminente nuestra separación. Yo quedé con el pecho rasgado y sumergido en una trampa hecha de melodías. De allí que siempre que escucho una canción veo a Bettina escribiendo, cocinando, acostada en mi cama. Desde que ella se fue, la tristeza dejó de acecharme, de verme desde lejos; ahora está a mi lado y se ha hecho mi aliada.


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HASTA UNA NUEVA OPORTUNIDAD, AMIGOS

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