Lucía (cuento corto)

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"Alzo la mirada, respiro. Profundamente escucho el tic tac de la maquinaria en el lado izquierdo del pecho. Siento los dedos de las manos acalambrados, y un peso sobre los hombros insoportable. Soy un despojo, torpe criatura entre cristales. Estoy a punto de contribuir al caos, disolverme en los azules y ser el mar tienes sus ventajas. Si al menos pudiera gritar, pero la voz no sale, la voz se queda muda ante el aguacero y crece el murmullo del agua.Voy a abdicar...entrego mi trono".

Lucía repite todos los días las mismas palabras frente a la ventana del hospital psiquiátrico, lleva siete soles, 24×7=168, ciento sesenta y ocho horas lejos de casa. Lleva el pelo suelto, caída libre de rizos salvajes sobre el cuerpo delgado, febril, disperso. Llegó por decisión propia del brazo materno, mezcla intensa de desenfreno con cordura agazapada. Es artista. "Todos los artistas están locos", dijo el vendedor de dulce de coco aquella tarde en la esquina del único teatro del pueblo; bastó para que la gota derramara la copa tolerante de sus días y Lucía arremetió contra el hombre, sus palabras y hubo dulce de coco pegado en el alma de los actores que salían, equivocados, a tomar el aire.

"Pinto cuadros y penes erectos, desde la comodidad de arneses con cinturones de piel, soy letal y tú un pobre diablo al que no se le para...el corazón". Ríe. Ríe. Ríe. Carcajadas que retumban. Dulce de coco volador. El vendedor de pie ante el destrozo, impávido.

No se necesita un día exacto para perder la cordura, Lucía lo sabe.

La imagen utilizada es propia, tomada por mi teléfono celular Samsung A13.

Textos llevados al Inglés por Deepl Traslate.

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