Español
El Artificio
En una barriada situada al oeste de la ciudad de Caracas, la comunidad se distinguía por ser personas de buena costumbre, existía el respeto y la ayuda solidaria entre todos los vecinos, pero de un tiempo para acá en pleno siglo XXI, se han generado mucho cambio en su sociedad, la población ha crecido la mayoría de las personas que fueron fundadores del barrio por ser adultos mayores han fallecido y como legado ha crecido una generación que no ha sabido mantener esas enseñanzas y costumbres.
Estas reflexiones las repetía una y otra vez misia Loreta, una anciana, con una tez quemada por el sol, de silueta delgada, su cara surcada por tantas líneas de expresión que delataban sus años vividos, su cabellera larga y canosa cubría su frente y algunos flequillos largos tapaban sus grandes ojos. Ella, con mucha delicadeza mientras hablaba, apartaba los mechones, a la vez que se mecía en su vieja mecedora en el portal de su casa. Misia Loreta conversaba con su nueva vecina llamada Devora.
Devora era una joven muchacha buenamoza, con dos hijos y vivía con su esposo. Muy trabajadora y hacendosa del hogar, ella era la primera que salía de la casa muy temprano en la mañana. Él, después de que Devora dejaba listo a los niños, salía unos minutos detrás. El marido era un bueno para nada, era más el tiempo que se la pasaba en la casa que lo que trabajaba, se dedicaba a cuidar a los hijos y llevarlos a la escuela que les quedaba cerca. Devora terminaba su jornada laboral a las seis de la tarde, llegaba a su casa cerca de la siete y sin descansar se cambiaba la ropa y de una vez entraba a la cocina a preparar la cena y el almuerzo del otro día. Peter, en el resto del día, hablaba con sus vecinos y pasaba todo su tiempo viendo la tele. Era popular en la vecindad porque vociferaba mucho, ambas parejas tenían buenas relaciones con la gente de la comunidad.
La rutina de la familia Leal era la misma todos los días, exceptuando los fines de semana cuando se hacían otras actividades, pasear con los niños, ir de compras o participar en algún festejo donde fueran invitados para compartir un rato.
Algo que se destacaba en esta vecindad eran los chismes. Cuando había alguna reunión a la que asistía mucha gente, se corrían las voces por los pasillos de las infidelidades de algunas parejas, ya sea hombre o mujer. Misia Loreta era la primera que comentaba, porque todo lo sabía, como caía tan bien era la primera invitada, y cuando se tomaba algunos tragos todos los chismes de la semana afloraban en esos magníficos festejos, que duraban hasta altas horas de la noche, el alboroto, la música en alta voz, las peleas callejeras, el sexo sin tapujo y el abuso de alcohol cambiaban toda la esencia de la comunidad y esta se convertía en un libertinaje.
Se ha corrido la voz de que Peter tenía una rochela con una de la vecina, ya que cuando llevaban a los hijos a la escuela se quedaban hablando, largo rato, al frente del plantel. Misia Loreta, que llevaba a su nieto también a la escuela, ya lo había observado, pero, suponía que Peter era muy correcto y pensarlo injustamente en otra relación, era deshonesto.
El barrio, que hasta ahora ha permanecido muy tranquilo, se está preparando para la Semana Santa, con una serie de rituales que acostumbran hacer en esos días y la familia Leal, forma parte de ella.
La mañana amaneció con una temperatura muy baja, niebla espesa y mucho frío. Devora se para un poco contrariada, pero sigue con su rutina: acomodar a los niños, darles sus meriendas y al bendecirlos se marchó a su trabajo. El padre, de los niños, los llevó a la escuela.
Treinta minutos después, Devora, tuvo que devolverse a la casa, porque se le había olvidado algo. En el camino saludó a la señora Loreta que al verla se sorprendió y su rostro se sobresaltó, dejando a Devora un poco intrigada. Al llegar a su casa, se dirige a su cuarto y busca su paraguas. Ya de salida, se percata que el cuarto de su hijo mantiene la puerta cerrada, ya que siempre dejan las puertas abiertas. Se dirige a ella para abrirla y es cuando sus ojos no dan crédito a lo que ve.
Esa mañana fría y húmeda develo el engaño.
English
The Artifice
In a neighbourhood located in the west of the city of Caracas, the community was distinguished for being people of good customs, there was respect and solidarity among all the neighbours, but for some time now, in the 21st century, there have been many changes in their society, the population has grown, most of the people who were the founders of the neighbourhood have passed away and as a legacy a generation has grown up that has not been able to maintain those teachings and customs.
These reflections were repeated over and over again by Misia Loreta, an old woman, with a sunburnt complexion, a slim silhouette, her face furrowed by so many lines of expression that gave away her years of life, her long grey hair covering her forehead and some long fringes covering her big eyes. She gently brushed back her locks as she spoke, rocking in her old rocking chair in the doorway of her house. Misia Loreta was chatting with her new neighbour named Devora.
Devora was a good-looking young woman with two children and lived with her husband. A hard worker and homemaker, she was the first one out of the house very early in the morning. He, after Devora got the children ready, would leave a few minutes later. The husband was a good-for-nothing, spending more time at home than working, looking after the children and taking them to the nearby school. Devora finished her workday at six in the evening, arrived home around seven, changed her clothes without resting and went into the kitchen to prepare dinner and lunch for the next day. Peter, in the rest of the day, talked to his neighbours and spent all his time watching TV. He was popular in the neighbourhood because he was very loud, and both couples had good relations with the people in the community.
The Leal family's routine was the same every day, except on weekends when they would do other activities, go for a walk with the children, go shopping or participate in a party where they were invited to spend some time together.
One thing that stood out in this neighbourhood was gossip. Whenever there was a meeting attended by many people, word spread through the corridors about the infidelities of some couples, whether male or female. Misia Loreta was the first to comment, because she knew everything, as she was so well liked she was the first guest, and when she had a few drinks all the gossip of the week would surface in those magnificent celebrations, which lasted until late at night, the commotion, loud music, street fights, sex without restraint and alcohol abuse changed the whole essence of the community and it became a debauchery.
Rumour has it that Peter had an affair with one of the neighbours, because when they took their children to school, they would talk for a long time in front of the school. Misia Loreta, who also took her grandson to school, had already observed this, but she assumed that Peter was very proper and to think him unfairly in another relationship was dishonest.
The neighbourhood, which until now has been very quiet, is preparing for Holy Week, with a series of rituals that are customary on those days, and the Leal family is part of it.
The morning dawned with a very low temperature, thick fog and very cold. Devora stands a little disgruntled, but continues with her routine: she settles the children, gives them their snacks and blesses them and goes to work. The children's father took them to school.
Thirty minutes later, Devora had to go back to the house because she had forgotten something. On the way she greeted Mrs. Loreta who was surprised to see her and her face was startled, leaving Devora a little intrigued. When she got home, she went to her room and looked for her umbrella. On her way out, she notices that her son's room keeps the door closed, as they always leave the doors open. She goes to it to open it and it is then that her eyes do not believe what she sees.
That cold, wet morning unveiled the deception.