Zapatos de dos tonos


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Corrían tiempos buenos,yo ganaba buen dinero con algunas notas publicitarias que escribía y Marita reparaba ropa con su vieja Singer de pedal. Eran los años sesenta,alcanzaba para los gastos de la casa, renta, comida y ropa. No tuvimos hijos, nuestra diversión era el cine.

Marita tenia la sonrisa mas hermosa y contagiosa que vi alguna vez, le encantaba cómo se vestían los protagonistas de las películas, y un día se apareció con unos preciosos zapatos de dos tonos, blanco y negro, de la zapatería Diaz. Ella, emocionada, me aplaudía como si yo fuera Delon, Belmondo o Mastroianni, los actores de moda. Su película preferida era Zorba el griego, un clásico protagonizado por Anthony Quinn.

Pero las cosas cambiaron, Marita enfermó de leucemia y la vida fue oscureciendo sin su alegría. Luego se fue al Cielo (a ella le gustaba esa imagen) y en la mas triste de las soledades me mudé a una pensión por los lados de la plaza La Concordia, a una pieza tan pequeña como el fantasma de mis alegrías, perdí el trabajo y me dediqué a escribir documentos en una notaría publica. Para colmo, en la mudanza, perdí el zapato izquierdo de dos tonos, el derecho lo guardé con cuidado como otro de los recuerdos de Marita.

De nuestros muebles conservé la máquina de coser y muy pocas cosas. Cuando miraba la máquina recordaba la bella sonrisa de Marita y su lindo pie que subía y bajaba en el pedal.

Pasaron cinco largos años y las cosas mejoraron, pude publicar el primero de mis libros y hacer un buen trato con el editor, volvía así a mi vida la prosperidad, mas no la alegría.

Logré rentar un buen piso en el centro, tenía unos vecinos que oían música a todo volumen. A veces me molestaba, de resto todo estaba bien. Me resigné a vender la vieja maquina de coser de Marita, solo verla me entristecía, el mueble estaba en malas condiciones y al sacar la maquina encontré algo envuelto en una bolsa plástica, era el zapato derecho de dos tonos, intacto y reluciente.

Busqué el zapato izquierdo, el que había guardado, estaba muy bien conservado , me los puse después de cinco años y me disponía a salir a la calle, me sentía alegre por el recuerdo de Marita.

Entonces escuché el aparato de sonido de los vecinos, extrañamente a las guarachas que ellos habitualmente escuchaban, en él sonaba a todo volumen el tema de Zorba el griego.

Esa tarde me reconcilié con mis vecinos y con la vida, desde entonces siempre uso zapatos de dos tonos y se que desde algún lugar del universo, brilla la contagiosa sonrisa de Marita

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Ecency