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LA CABALLEROSIDAD POR DELANTE II

He aquí la versión de La caballerosidad por delante, pero desde la perspectiva del burro como protagonista. Un ejercicio de nuestros talleres de creación literaria en el Taller-Estudio Latinoamericano de Letras.



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Burruperto terminó su faena y como todas las tardes lo animó la emoción de pasear por la sabana; no sólo porque le gustaba el aire libre, también porque disfrutaba del canto de los pájaros, de los colores del atardecer y en especial del pasto que se había ganado luego de su intensa jornada.
     Caballolvi, un enorme caballo de larga experiencia en carreras y en comer pasto, se la tenía jurada porque como el egoísmo es mal consejero no quería compartir el pasto verde y jugoso que, según él, se merecía por no haber perdido nunca una apuesta; en cambio el burro «únicamente ha servido para cargar maletas».
     ─No creas que durarás mucho disfrutando de mi pasto ─le dijo un día que vio al burro camino a la sabana.
     ─La belleza de la vida consiste en disfrutar sanamente de la abundancia de sus recursos y de la paz interior ─le alcanzó a decir el burro esa vez al caballo.

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Un día Caballolvi se adelantó y se escondió detrás de un matorral, justo en una loma que hacía de pestaña a una laguna.
     Burruperto, con su caminar sereno y meditativo contemplaba la naturaleza y su belleza cuando de pronto se le vino encima Caballolvi disfrazado de monte; se asustó, resbaló y cayó patas arribas en la laguna y frente a las yeguas, que no pudieron disimular una risita de burla.
     Recuperado de la caída y con la serenidad que lo caracterizaba, Burruperto comenzó a demostrar sus dotes de nadador; no sólo fue elegante en el agua, invitó a las yeguas a unirse a la fiesta del baño y ellas, dejándose llevar por el asombro del burro nadador estuvieron a punto de aceptar la invitación; pero Caballolvi le arrojó barro en la cara que el pobre burro quedó con una fea máscara de lodo.
     ─Con tan hermosa máscara ─le dijo el caballo─ pareces más bien descendientes de los cerdos que de la familia caballar; bueno, en realidad, por el tamaño, muchos, de seguro te han de confundir con un puerco en lugar de un asno.
     Burruperto metió la cabeza en el agua, se aseó y empezó a salir de la laguna justo cuando la avalancha de barro se le vino encima y detrás el caballo que amenazaba aplastarlo con su enormidad; rápido se hundió en lo profundo para evitar el golpe, nadó desesperado hacia la orilla y aunque golpeado, logró salir y reponerse.
     Se disponía a marcharse, pero vio a las yeguas asustadas porque Caballolvi no salía y desesperadas huyeron a la casa. Burruperto no dudó en lanzarse al agua, buscó por aquí, buscó por allá, se metió en lo más hondo y vio al caballo tirado inconsciente en el fondo, con el peso de una enorme piedra encima; como pudo movió la piedra con su cabeza; con más esfuerzo se le metió por debajo al caballo y con todas sus fuerzas lo sacó a la orilla.
     Cuando llegaron los amos, Burruperto estaba cuidando a Caballolvi quien había empezado a recuperarse del accidente y del egoísmo.


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