He aquí la versión de La caballerosidad por delante, pero desde la perspectiva del burro como protagonista. Un ejercicio de nuestros talleres de creación literaria en el Taller-Estudio Latinoamericano de Letras.
Burruperto terminó su faena y como todas las tardes lo animó la emoción de pasear por la sabana; no sólo porque le gustaba el aire libre, también porque disfrutaba del canto de los pájaros, de los colores del atardecer y en especial del pasto que se había ganado luego de su intensa jornada.
Caballolvi, un enorme caballo de larga experiencia en carreras y en comer pasto, se la tenía jurada porque como el egoísmo es mal consejero no quería compartir el pasto verde y jugoso que, según él, se merecía por no haber perdido nunca una apuesta; en cambio el burro «únicamente ha servido para cargar maletas».
─No creas que durarás mucho disfrutando de mi pasto ─le dijo un día que vio al burro camino a la sabana.
─La belleza de la vida consiste en disfrutar sanamente de la abundancia de sus recursos y de la paz interior ─le alcanzó a decir el burro esa vez al caballo.
Un día Caballolvi se adelantó y se escondió detrás de un matorral, justo en una loma que hacía de pestaña a una laguna.
Burruperto, con su caminar sereno y meditativo contemplaba la naturaleza y su belleza cuando de pronto se le vino encima Caballolvi disfrazado de monte; se asustó, resbaló y cayó patas arribas en la laguna y frente a las yeguas, que no pudieron disimular una risita de burla.
Recuperado de la caída y con la serenidad que lo caracterizaba, Burruperto comenzó a demostrar sus dotes de nadador; no sólo fue elegante en el agua, invitó a las yeguas a unirse a la fiesta del baño y ellas, dejándose llevar por el asombro del burro nadador estuvieron a punto de aceptar la invitación; pero Caballolvi le arrojó barro en la cara que el pobre burro quedó con una fea máscara de lodo.
─Con tan hermosa máscara ─le dijo el caballo─ pareces más bien descendientes de los cerdos que de la familia caballar; bueno, en realidad, por el tamaño, muchos, de seguro te han de confundir con un puerco en lugar de un asno.
Burruperto metió la cabeza en el agua, se aseó y empezó a salir de la laguna justo cuando la avalancha de barro se le vino encima y detrás el caballo que amenazaba aplastarlo con su enormidad; rápido se hundió en lo profundo para evitar el golpe, nadó desesperado hacia la orilla y aunque golpeado, logró salir y reponerse.
Se disponía a marcharse, pero vio a las yeguas asustadas porque Caballolvi no salía y desesperadas huyeron a la casa. Burruperto no dudó en lanzarse al agua, buscó por aquí, buscó por allá, se metió en lo más hondo y vio al caballo tirado inconsciente en el fondo, con el peso de una enorme piedra encima; como pudo movió la piedra con su cabeza; con más esfuerzo se le metió por debajo al caballo y con todas sus fuerzas lo sacó a la orilla.
Cuando llegaron los amos, Burruperto estaba cuidando a Caballolvi quien había empezado a recuperarse del accidente y del egoísmo.