Entrada al Concurso de poesía, de Literatos | Agua abajo

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AGUA ABAJO

He protegido la costumbre mental de sentirme solo, no expatriado ni ajeno a mi entorno porque en momentos he compartido la hazaña cotidiana de algún familiar o la desventura de cierto amigo. Mi costumbre viene desde mi infancia. Recuerdo que éramos un grupo al que llevaban al río y yo, en lugar de hacer espacio en el juego me sentaba a observar las aguas correr.

     Ha de ser de ahí que aprendí a temerle a los espejos porque desde entonces no me acerco a ninguno ni fijo ni los que fluyen como aquel río de mi niñez. No me atrevo a asegurarlo, pero asumo que las aguas se llevaron mi rostro y que por eso no soy el que ven los otros y por eso me acostumbré mentalmente a la soledad para no sentir que engaño con mis ojos o con mis palabras porque mi cara sigue agua abajo en el río del tiempo y más lejos aún, en el de mi infancia.

     Pero sucede que he vuelto a encontrarme con el grupo y han propuesto un reencuentro en la vieja casa de nuestros juegos de infancia. El mismo grupo que era llevado al río y que estoy seguro propondrán que vayamos al lugar de nuestra niñez, a recordar los juegos y ellos entrarán al agua, se divertirán retrocediendo sus experiencias, pero ¿y yo? tendré que sentarme en la arena a observar la corriente con el temor de que no me reconozca o peor aún, de que arrastre mi costumbre mental de solitario y ahí sí no sabré a qué atenerme.

     ¿Por qué tenemos que evocar el pasado en forma grupal como si a todos nos hubiese ido igual? Pero ya es tarde, la corriente de la costumbre de la vida me arrastra hacia el pasado y como un peso insostenible me hunde; lo más que puedo intentar es enfrentar los recuerdos desde ya hasta aquel momento del río con la intensión de que al llegar con todos no hacerlo en soledad, sino con mi antiguo rostro infantil para que ninguno, ni yo mismo, me eche de menos.



Texto y fotografía de @jesuspsoto

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