Micro ficción: Los carnavales del Mapuche


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Los carnavales del Mapuche

El fuerte sonido de la música, la gente bailando y caminando en ambas direcciones de la calle con botellas de cervezas en las manos, muestran un desenfreno en las emociones por largo tiempo reprimidos por las medidas restrictivas que intentaron detener al enemigo invisible, que no solo les destruyó la tranquilidad, también les vació los bolsillos.

La desagradable costumbre de mojar con agua, a quienes en tiempo de carnaval, regresan a sus casas y se niegan a colaborar con los improvisados gendarmes de las barricadas en plena vía, en ocasiones terminan en tragedias.

Sentado en la esquina, el Mapuche observa como sus secuaces disimulan la extorsión que realizan con total impunidad. Hasta el momento, nadie ha opuesto resistencia, inclusive quienes dicen que no tienen nada que dar, son revisados, y en consecuencia reciben un gélido chapuzón de agua sucia. No discuten, temen recibir otro tipo de chapuzón.

Hombres y mujeres, cuyos rostros visiblemente afectados por el licor brincan con desafueros al ritmo de la estruendosa música, parecen como poseídos por demonios. El Mapuche, es quien manda en la zona, aunque le temen con justa razón, también aprovechan las bacanales que organiza los fines de semanas. Distribuye droga y licor, además de despojar a los que por algún motivo tienen la desgracia de demorarse en la vuelta al hogar.

Darío, un soldado de élite, quien regresa de una incursión en la selva, va por primera vez a visitar a la tía, la hermana menor de su madre, en el populoso barrio. El escuadrón que lidera está de licencia, un merecido descanso, luego de ser condecorado por el éxito de la última misión.

Son las cinco menos un cuarto, el soldado, ataviado con jeans azul, polera gris y zapatos deportivos, camina a través de la muchedumbre, intenta dar con la dirección dada por su madre, cuando es detenido por dos hombres en la barricada. Los mira con detenimiento cuando le exigen 100 dólares para dejarlo pasar. Darío contesta con autoridad, «están locos».

Intentan tomarlo por los brazos, se arma una trifulca que deja en el suelo a los sorprendidos maleantes. De pronto el Mapuche con el resto de sus secuaces lo rodean, apuntándolo con las armas. La calle quedo desierta en escasos segundos, cesó la música dando paso a un tenso silencio.

A lo lejos se escuchó una voz diciendo.

—¡Déjalo Mapuche, él es mi sobrino!

Mapuche voltea y responde.

—¿Tú sobrino?

—¡Sí, mi amor! Así que hazme caso. ¡O te las verás conmigo cuando llegues a la casa!

—¡Bajen las armas! Mi mujer siempre tiene la palabra final. —Exclamó en tono sumiso, bajando la voz.

Fin

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Una micro ficción original de @janaveda

Imagen de Jayzza Gallego Garzon en Pixabay

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Muchas gracias por leerme, espero sea de su agrado.

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