El ratoncito valiente | Cuento infantil


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EL RATONCITO VALIENTE

Había una vez un pequeño ratoncito llamado Tom, que en su condición de príncipe e hijo único del rey Loui, heredaría la corona del reino al fallecer su padre.

El príncipe era un joven y valiente ratoncito, disfrutaba correr por el palacio, degustar quesos y manjares, pero sobre todo, amaba ayudar a su padre con las tareas del reino.

Soñaba con dirigir las tropas militares del reino e ir a los campos de batalla para defender el honor de su pueblo del temible gato Midas, pero siendo el único heredero a la corona, se le prohibía poner en riesgo su integridad.

Así que, Tom, estaba siempre rodado de ratones militares que lo protegían de cualquier intento de ataque. Eso lo frustraba, y lo ponía de muy mal humor.

Constantemente el príncipe le reclamaba a su padre que lo dejara ir al frente para demostrar que sería un rey digno, capaz de mantener a su pueblo a salvo, pero su padre le insistía que eso no era posible, su lugar estaba en el castillo bajo su protección.

Cada año, cuando se celebraba el aniversario del reino, su padre honraba la valentía de sus soldados, premiándolos con condecoraciones y ascensos de rango militar, eso emocionaba al joven príncipe, soñaba con el día que su pueblo lo aclamase, no por ser un rey, sino un valiente soldado.

Así que, a escondidas de su padre, cada tarde se escapaba al campo de entrenamiento para aprender nuevas tácticas militares para combatir a Midas, aunque él era de la opinión, que el arma más poderosa para ganar las batallas, radicaba en la inteligencia para negociar, creía firmemente en el poder y valor de la palabra empeñada.

Un día, Midas tendió una emboscada al castillo, engañó a los ratones del frente con un oloroso queso y los tomó como rehenes exigiendo hablar con el rey.

El rey, temeroso de que Midas pudiese hacerle daño, se negó a entrevistarse con él, y pidió a su ejército de ratones destruir la cocina de sus amos. Eso enfureció a Midas, y en represalia, decidió que se comería los ratones secuestrados, preparó su mesa para un gran banquete y puso a los ratones en su plato. Los veía con cierto desgano, a Midas no le gustaban los ratones, pero sabía que su deber era proteger la cocina de sus amos.

Así que se colocó una servilleta en su cuello y cuando se disponía, con mucho asco, a llevarse el primer ratón a su boca, apareció el joven príncipe y le dijo:

“Espera, no les hagas daño, querías a mi padre, en su lugar he venido yo, déjalos a ellos libres; si a alguien debes comer, que sea a mí”.

Midas, quería demostrar enfado, aunque en el fondo sentía un gran alivio de no tener que comerse los ratones, pero tratando de infundir miedo, le dijo:

“Está bien, los liberaré, pero te comeré a ti en su lugar. Me deleitaré con un delicioso príncipe a la carta”.

Tragando grueso, con mucho miedo, pero intentando mantenerse firme en su decisión, el joven príncipe, aceptó.

Los soldados ratones fueron liberados, e inmediatamente, corrieron al reino a avisar al rey lo que había ocurrido.

El rey entró en pánico, su Tom, su único hijo, estaba en peligro y moriría en manos de Midas. No lo dudó, corrió tanto como pudo para llegar antes del fatal desenlace.

Corrió y corrió, hasta que llegó a la casa de los amos de Midas, entró a la cocina, y allí estaban ellos... le impresionó lo que vio.


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Tom y Midas estaban conversando amablemente, así que el rey preguntó sorprendido: “¿qué está pasando aquí?“

Y Tom le dijo: “no temas padre, he conversado con Midas y él ya no nos atacará, pero nosotros tampoco invadiremos la cocina que está a su cuidado, a cambio, cada noche podremos ir a la puerta trasera de la casa y revisar en la basura del día, allí habrá comida suficiente para todos. Nosotros tendremos comida, y él, el respeto de sus amos. Es un trato, y así lo haremos.”

Y así, cada noche, una tropa de ratones respondiendo al maullido de Midas, acudían seguros y confiados al patio trasero por su comida.

Por su valentía, el rey Loui condecoró a Tom con la máxima orden militar, y todo el pueblo celebró el fin de una época de guerra y miedo.

Fin.



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Moralejas:

  • Valentía no es sinónimo de fuerza, sino de voluntad e inteligencia para enfrentar los miedos.

  • La violencia solo genera más violencia, la solución está en la mediación entre las partes.


Las imágenes utilizadas en esta publicación son de Pixabay, libres de derechos de autor.


Esta publicación es mi entrada para participar en el concurso de cuentos infantiles en homenaje a Aquiles Nazoa, promovido por la comunidad Literatos en colaboración con @theycallmedan, conoce más detalles, aquí.



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