El naufragio del Irasema (Parte I)

Parte I:

Algo pasó en el muelle


Año 1714. Costas de Brasil.

Hace un par de semanas me informaron que debía investigar el caso del Irasema, un barco que naufragó no muy lejos de la costa. Trasportaba caña de azucar, la suficiente como para que sus dueños pagasen a un investigador privado, con el fin de comprobar si son ciertas las historias contadas en relación con el naufragio del navío y la criatura que lo hundió.

Habitualmente, estos casos son atendidos en un interrogatorio privado entre las partes involucradas y el capitán del barco. Si el capitán no puede estar presente, por haber muerto o estar enfermo, se interroga a algún oficial subordinado o a un marinero que esté disponible; si esto no es posible, por haber muerto gran parte de la tripulación, se interroga a los sobrevivientes disponibles hasta llegar a un acuerdo para redactar un informe que agrade a todos y no perjudique el comercio de la zona.

Este puerto recibe muchos barcos de regiones distantes, que transportan enormes cantidades de caña de azúcar, algodón y tabaco. Que ocurra un naufragio en circunstancias tan poco comunes como las del Irasema, podría causar temor en los comerciantes y obligarlos a abandonar el puerto, por miedo a que sus naves sufran el mismo destino. Puedo entender la preocupación de los involucrados, sobre todo por lo fantástica y poco creíble que suena la historia que rodea al naufragio y la misteriosa criatura, que de ser cierta, hará que muchos comerciantes abandonen estas regiones.

Hoy me dirijo a la casa del joven escritor que sobrevivió al naufragio. Me acompaña mi aprendiz, un joven detective que tomará notas durante el interrogatorio, para respaldar las palabras de este escritor de origen portugués.

Al llegar, me encuentro con una casa bastante decente, considerando que pertenece a un escritor de poca reputación que lleva poco tiempo en esta región. Según mi investigación, esta casa perteneció a su padre, dueño de una plantación abandonada de caña de azúcar. Al ver el extenso terreno disponible para cultivar, se me hace difícil entender lo que motivó a este joven a desatender la empresa de su padre, liberando los esclavos que este había comprado y deshaciéndose tanto de herramientas como de animales que el difunto adquirió en vida. Cualquiera que fuese el motivo, está en su derecho y no es mi trabajo juzgar nada en relación con su plantación; sin embargo, resulta cuando menos atractivo el ejercicio de entender el por qué de todo esto.

—Buen día —dijo aquel joven, tras salir a nuestro encuentro.

Llamó mi atención la prontitud con la que joven nos atendió, como si nos estuviese esperando. No llamé a su puerta, pero tal vez el sonido de la carreta o de los caballos galopando anunció nuestra llegada. En cualquier caso, responder de la manera más cordial me pareció lo correcto, después de todo, no buscaba dar una mala impresión ante uno de los jóvenes más adinerados de la región.

—¿Qué le trae por acá, detective? —preguntó el joven, extrañamente alegre por nuestra presencia.

Normalmente, mi sola figura delante de una propiedad, en compañía de mi fiel y leal aprendiz, inspiraba cierto temor e inquietud en cualquiera que tuviese que atendernos. No era el caso de aquel alegre joven, que incluso nos invitó a entrar a su casa después de explicarle los motivos de nuestra visita. Como buen anfitrión, nos sirvió panecillos y té, así que decidimos tomarnos nuestro tiempo, pero no tardamos en abordar el tema del naufragio.

El joven se mostró más que complacido en contestar todas nuestras preguntas. Esto me hizo pensar por un momento que terminaría temprano con todo esto, dado que ya había pasado el medio día, pero no. Cuando avanzó el interrogatorio, nuestro anfitrión se remontó varios días antes del naufragio, al día en que dos cadáveres fueron encontrados en un pequeño bote, flotando sin rumbo a poca distancia de la costa. Curioso, no pensé que un caso guardase relación con el otro.

Me contó que estuvo en el muelle la noche anterior al descubrimiento de los dos cadáveres, disfrutando de la vista nocturna del mar y del continuo golpeteo de las olas contra los cascos de los barcos. Desde la muerte de su padre, era una actividad en la que se había recreado a manera de terapia, para sobrellevar la pérdida del único miembro de su familia aún con vida.

Confesó que en noches anteriores a la mencionada, alcanzó a ver una especie de criatura marina cerca de la costa. Era de noche, así que solo vio la silueta oscura de lo que él describió como una roca redonda apenas flotando sobre la superficie del agua. Todas las noches la veía, incluso la noche anterior al descubrimiento de los cadáveres, cuando la vio iluminada a contra luz por la blanca lumbrera de la noche. En sus propias palabras, aquello fue tan terrorífico que simplemente no pudo moverse; no pudo huir ni dejar de ver a aquella criatura, entrando en una suerte de transe del que no podía salir. Solo volvió en sí cuando alcanzó a ver, a lo lejos, a dos hombres subiendo a un bote.

Me aseguró que hizo todo lo posible por advertir aquellos hombres de la criatura del mar, pero estos simplemente comenzaron a remar hacia la tétrica criatura. El hecho de estar afónico tal vez respalde su historia, pero simplemente no puedo creer que no hubiese nadie más en el muelle que no fuese testigo de tal criatura que, según el joven, se mantuvo inmóvil mientras el pequeño bote con hombres a bordo se acercaba cada vez más su esférica silueta.

Pude sentir el miedo en la voz entrecortada de aquel joven, con manos temblando y ojos humedecidos a causa de lo vivido. He de admitir que me habría sentido igual si tuviese que rememorar el haber visto a un par de hombres siendo masacrados por una criatura que, según cuenta nuestro escritor, desplegó cientos de tentáculos, o algo similar, para tomar al bote y a los hombres. Él asegura haber caído en un sueño profundo tan pronto vio aquellos tentáculos. A la mañana siguiente, un perro sarnoso lo despertó, mientras mordía su bota de fino cuero. Le creí lo de la bota, porque me mostró las mordidas que tenía; sin embargo, no soy de creer en historias fantásticas de criaturas marinas que hunden barcos…

—Muchas gracias por su tiempo —le dije al joven, tras escuchar esa parte de la historia.

El cielo estaba adoptando ese típico color que anuncia que pronto va a anochecer, así que mi aprendiz y yo nos preparamos para volver a nuestros hogares, lejos de tanta superstición y tanta fantasía. Aunque algo de cierto había en esta historia, recuerdo haber visto los dos cadáveres de aquellos marineros que encontraron en ese bote a la deriva. Su piel parecía haber sido arrancada de sus huesos de manera salvaje, sin dejar ningún rastro de humanidad en aquellos restos rojos y rosados de lo que alguna vez fue un hombre. O quien hizo eso es un desalmado que ha dejado atrás su humanidad, o lo que me contó el escritor es verdad; pero como ya dije, no soy de creer en cuentos fantásticos. En cualquier caso, mañana debo volver para entender qué relación guarda esto con el naufragio del Irasema…



Bien amigos, esta es la primera parte de esta historia en la que estuve trabajando desde hace varios días. A continuación dejaré el paso a paso de la imagen principal de la publicación.














La imagen la hice en Photoshop, usando las herramientas de pincel y borrador.

Espero les haya gustado la publicación y la primera parte de esta historia. Estén atentos a la siguiente parte, la postearé pronto. Si desean dejar sus opiniones, los invito a hacerlo abajo en los comentarios. Sin más me despido...

¡Hasta la próxima!




Imagen principal editada con Photoshop
Traducido con DeepL
Main image edited with Photoshop
Translated with DeepL

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