Luego de permanecer escondidos durante algunos minutos en la pequeña habitación, Ernesto y Ana llegaron a un acuerdo y sellaron un pacto. Mientras conversaban llegaron a la conclusión de que habían sido engañados por alguien que los había llevado allí con un propósito desconocido. Habían caído en una trampa y estaban seguros de que quien les tendió la trampa, lo hizo con la intención de que uno eliminara al otro al momento de encontrarse.

Después de estudiar sus opciones, salieron sigilosamente en busca de la pequeña puerta que los llevaría hacia la salida. Ernesto caminaba delante y no dejaba de mirar atrás para ver donde estaba Ana. Aunque aún sentía cierta desconfianza, la belleza y la temeridad de la chica lo habían impresionado. Ana también estaba deslumbrada con Ernesto y no podía dejar de admitir que le agradaba, a pesar de no estar segura de cuáles serían sus verdaderas intenciones.

Encontraron la pequeña puerta al jardín lateral derecho, donde dos robustos y bien armados guardias están vigilando. Ernesto estaba proponiendo un plan para esquivar a los guardias cuando, sin mediar palabras, Ana entra por la pequeña puerta, se alborota el cabello, camina como un poco desprevenida y se acerca a los guardias. Estos se sorprenden al verla y Ernesto se impacienta por no saber que pretende hacer la chica. Los guardias al principio se muestran cautelosos, pero Ana recurre a sus mejores encantos y con una magistral actuación, capta la atención de los guardias, haciendo que le den la espalda a Ernesto.

Ernesto atraviesa la puerta con cuidado y ya en el jardín, observa como los guardias están completamente distraídos conversando con Ana. Por un momento duda, pero de inmediato camina hacia la parte lateral del jardín, donde se encuentra la cerca que da a la calle. Ana lo observa y entra en pánico. No puede creer que Ernesto la haya traicionado y la deje abandonada y a merced de los guardias.

Los guardias notan el cambio de actitud de Ana y por unos breves momentos, esta se queda callada. Recurriendo a la desesperación y el desconcierto, le propina un certero puntapié en sus partes nobles al guardia que tiene a su mano derecha y el cual es el más fornido, sin darse cuenta de que, al mismo tiempo, Ernesto lo golpea detrás del cuello con un enorme listón de madera El segundo guardia queda totalmente sorprendido y su reacción para sacar su arma es bastante lenta. Ana y Ernesto se miran también sorprendidos y de inmediato, se abalanzan sobre el segundo guardia y lo neutralizan de forma conjunta.

— ¿Por qué pateaste al más grande?

— ¡Me abandonaste cuando casi confiaba en ti! — se dicen al unísono la pareja. Un tanto confundidos se miran curiosos.

— ¡Si pateo al más pequeño, el más grande me elimina de un solo golpe! Al menos podría encargarme del más pequeño mientras el grande se retuerce! — contesta Ana con expresión de enojo.

— ¡No te abandone! — exclama Ernesto, mirando con ternura a Ana — ¡Buscaba este madero para pegarle al gorila! — concluye mientras mira a los alrededores. En eso, se escucha el alboroto de las personas de la residencia, por lo que la pareja huye de inmediato del lugar.

Una vez a salvo, se dieron cuenta de que habían formado un duo formidable. Ambos demostraron que tenían habilidades de las cuales, cada uno podría beneficiarse del otro.
No sabían qué les depararía el futuro, pero de algo si estaban seguros: de ahora en adelante, lo enfrentarían juntos, lo cual quedo plasmado en ese primer beso anhelado por ambos.

La pareja se alejó del lugar mientras las sirenas de la policía se acercaban. Se mostraron agradecidos por haber escapado de la trampa en que habían caído y de haber encontrado algo muy valioso. Algo mucho más importante que el valor de los objetos que ambos buscaban, se habían encontrado el uno al otro.