En un principio, la serpiente pensó en atacarlos con sus colmillos, que no eran venenosos. Pero, sabía que los gatos eran muy ágiles y seguramente, esquivarían su intento con la destreza que los caracteriza. Los miro fijamente y como no tenía apetito, les dijo:

— No tengo mucha hambre, pero, puedo guardarlos en mi estómago todo el tiempo que desee. — Sahira, que era una gata muy inteligente, le contesto:

— ¡Atrévete malvada serpiente, y recibirás muchos arañazos desde dentro de la barriga que no te harán reír!

La serpiente, que nunca había comido un animal, sino que se alimentaba de frutas y plantas, medito en como sería recibir cosquillas desde dentro de la panza. Se fijó en las garras de los tres gatos, que estaban en alerta y se veían muy afiladas. Esto le causo gracia y sintió que quizás no sería muy agradable.

— ¡Vaya! — dijo, en tono menos amenazante, — eso sería muy desagradable, — y bajando su cabeza a la altura de los tres gatos, continuo: — Realmente no me gusta comer animales. Solo tengo estos colmillos y no podría masticarlos. Así que disfruto comiendo plantas y frutas que son muy deliciosas.

— ¡A mí me gusta el pescado! — exclamo Joaquín, ya un poco más relajado.

— El pescado no es una fruta que se pueda comer, — replico la serpiente, dirigiendo su mirada al río.

— ¿Por qué querías atacarnos? — pregunto Sahira, también más relajada, pero aun en alerta.

— Oh, realmente no quería hacerlo. Solo quise asustarlos un poco y divertirme mirando como se les levantan los pelos, es muy gracioso.

— ¿Así? — dijo Rigo y de inmediato, se engrincho con todo su pelaje como una enorme bola de algodón de color gris. La serpiente soltó una gran carcajada y los otros gatos le siguieron con sus risas. Luego Joaquín agrego: — ¿Y así, que te parece? — y se convirtió en una extraña criatura, con su pelaje negro, algo irregular, todo erizado y levantado como si hubiese visto un fantasma. La serpiente no paraba de reír y daba vueltas en el piso retorciéndose de la risa, mientras los gatos se alternaban para engrincharse y mostrar su mejor figura, exasperada y con los pelos de punta.

Los tres gatos se volvieron a casa, dejando en el bosque a su nueva amiga, la enorme boa constrictor. Desde entonces, de vez en cuando, la van a visitar y la hacen reír mucho con sus mejores poses de pelos levantados. Ella, a cambio, los lleva en su lomo, como si de un gran tren se tratase, y les da un paseo por los diferentes lugares del bosque que conoce cono la palma, perdón, como la superficie de su panza.