El Extraño Final de Raúl Segundo

— Vaya, esto no me parece un ser muy real — dijo el Comisario Raúl Segundo mientras observaba el dibujo que le presentaron sobre un sospechoso.

— Pero ese fue el que yo vi — replico Eleuterio Perdomo, con voz temerosa y pensando en que sería acusado del crimen.

— A ver Crisanta, Marglovia, Jofaseana y tu también Emetilda, vengan acá de inmediato — dijo a las cuatro chicas que se encontraban en la oficina de la comisaria de aquel pequeño pueblo. Las mujeres muy nerviosas, pero a la vez curiosas se acercaron al Comisario Segundo.

— Quiero que vean esta dibujo de un supuesto sospechoso y díganme a quien se les parece.

Acto seguido entregó el papel a las mujeres que miraban y se traspasaban la blanca hoja con el dibujo en el impreso.

— Por los ojos, se me parece a Emeterio — dijo Marglovia con su voz ronca

— No chica, ese es Clodobaldo, no le ves el tamaño, sin duda es él — replico Emetilda señalando el papel.

— Pues yo creo que ese es Sifrigildo, el del camino del río, esos pantalones son los que él usa siempre — replico Jofaseana mientras esbozaba una sonrisa.

«Esto se cuenta y no se cree» pensó Segundo mientras atónito, escuchaba las versiones de las cuatro mujeres.

La tímida Crisanta que había permanecido callada, al serle entregada la hoja, miro a todos los presentes con cara de temor y dijo:

— Por como tiene los cabellos, yo creo que este es un ser de otro planeta, no me parece ni humano.

Las otras chicas se echaron a reír a carcajadas por la opinión de Crisanta mientras le decían que estaba loca, que seguro era uno de los habitantes del pueblo y que todos eran así de extraños, así que cualquiera puede ser el del dibujo. El comisario Segundo ya bastante molesto y con un aire de decepción, miro hacia arriba y dejo caer esta afirmación a viva voz:

— Por favor, si lo que dicen estas chicas es real, ¡que me parta un rayo!

¡Y zuaazzzz! Un veloz rayo entró por la ventana y fulmino en un santiamen al Comisario Raúl Segundo.

En ese momento, Eleuterio tomo la hoja que había caído y mientras sonreía, la guardo en su enorme bolsillo, feliz de que no lo hubieran reconocido.