Entrada al Concurso de minicuentos de Literatos |El náufrago

El mar estaba tranquilo. De pronto, divisamos a un hombre sostenido en unas tablas. El marinero que lo vio dio la voz de alarma y todos nos dispusimos al rescate. Parecía sin vida.

Al despertar intentó decir algo. Escuchamos un pequeño balbuceo, casi un susurro. «Ahab, Ahab», decía, y lo repitió varias veces hasta quedarse de nuevo inconsciente.

Yo lo cuidé por un tiempo. Escuchaba de tanto en tanto sus delirios, pronunciaba algunos nombres indescifrables, que supuse pertenecían a bárbaros de islas lejanas.

Supusimos que el hombre era de una nave ballenera. Vimos los escombros de un barco, y por más que buscamos, no hallamos a nadie más con vida.


Imagen de 0fjd125gk87 en Pixabay

De a poco el hombre se recuperaba. A veces lo oíamos decir algo sobre un demonio blanco, sobre algo sobrenatural que nadie podía imaginar. Todos pensamos en las historias inverosímiles, pero verdaderas, que ocurrían en los siete mares.

Una mañana, el hombre se levantó. Yo me quedé dormido, y cuando desperté, estaba en la cubierta. Miraba fijamente el mar, y cuando levantaba la mirada, parecía que la tuviera perdida en el horizonte.

Al acercarme, le toqué el hombro, y al voltear y ver a algunos de nosotros, nos llamó con la mano, y dijo: «Llámenme Ismael…» Y después de contarnos toda la historia sobre la gran ballena blanca, aquí estoy, frente a usted.

No sé si toda su historia será verídica, pero por lo que he escuchado, el capitán Ahab estaba obsesionado con Moby Dick, y yo escribí todo lo que dijo aquel hombre moribundo, como testimonio real de lo que ocurrió.

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