Se había instalado allí cansado de la sociedad de magos. Su hipocrecía había llegado muy lejos. Negar justicia para proteger a la Alta Comisión fue la gota que derramó el vaso.
Su mejor amigo, Markus, había sido enviado a detener a una criatura que atemorizaba los pueblos lejanos del este, y a investigar como llego allí. Criaturas con la descripción con la que contaban el Alto Mando de Magos solo podían provenir de un lugar, y solo alguien con un amplio conocimiento de las artes oscuras pudo convocarlo. Roco tuvo un presentimiento e insistio en acompañarlo. Le costó pero Markus aceptó a regañadientes.
Al llegar al pueblo, se sorprendieron con la magnitud e los destrozos. El lugar estaba reducido casi en su totalidad a escombros y a cenizas. Se dividieron para abarcar más terreno. Markus al este y Roco al oeste.
A unos 10 minutos, Roco divisó una gran criatura parecida a un enorme reptil. Con su varita apuntó al cielo y lanzó llamas azules para llamar a Markus y luego lo rodeo.
A pesar de su tamaño, vencerlo no le costó tanto como había pensado. Luego de la lucha, hizo una gran hoguera para quemarlo. Era la única forma de devolverlo al infierno. Mientras veía como se quemaba, escuchó un grito de agonía de Markus, y por fin se dio cuenta que nunca acudio al llamado.
Corrio con todas sus fuerzas y al llegar, vio a Markus de rodillas frente a un hechicero de tunica oscura. No podía creerlo. Era Aticus, el hijo mayor del Comisionado de Magia, el tercero al mando de los magos. Y veia como mataba a su mejor amigo.
Alzó su varita pero fue demasiado tarde, en el momento que la vida dejó el cuerpo de Markus, Articus desaparecio.
Roco llevo el cuerpo de Markus de vuelta y le dio un entierro apropiado lleno de amigos. Pero el Alto Mando enterró toda investigación al asesinato de Markus. Escondieron a Articus para que Roco no se vengara.
Luego de ello, Roco se encerró en si mismo. No valia la pena un mundo donde la corrupción valia más que la verdad.