Todos queremos que al unirnos a otra persona esa unión sea feliz, que dure para siempre. Es lo deseable, lo mejor para los hijos y para nuestra estabilidad emocional.
Sin embargo, son muchas las razones que dan al traste con ese bello sueño, y ante la posibilidad de mantener una relación conflictiva, donde nadie se beneficia, y donde la existencia se convierte en miserable, lo más sano es optar por la separación. Un proceso que siempre es problemático, a veces traumático, y al que cuesta reponerse.
Pero la vida sigue y lo más inteligente es dejar que el tiempo cumpla su trabajo de sanador de heridas. Así, que es muy normal que una vez nos hallamos recompuestos de aquella experiencia desagradable tengamos las ganas de intentarlo de nuevo y nos atrevamos a buscar otra pareja.
Cuando no se ha tenido hijos todo es mucho más fácil, puesto que solo somos nosotros los que tenemos que superar nuestros temores. En ese caso si el nuevo intento tampoco cuaja es más fácil asimilar la situación.
Si hay hijos de por medio las cosas pueden ser más complicadas. Los niños son vulnerables y si son pequeños más todavía. Nos corresponde a los adultos tomar decisiones racionales, evaluar las variables que se puedan, pensar responsablemente si ha llegado el momento de decirles que hay otra persona en nuestras vidas.
Creo que eso solo lo debemos hacer si tenemos la firme convicción de que puede ser una experiencia estable. Si no es así, si nosotros mismos tenemos dudas, creo que es mejor no hacerlo.
Los niños siempre necesitan afecto, seguridad y se encariñan fácilmente con las personas, y no es justo para ellos someterlos a expectativas frustradas, a que una vez que se han hecho la idea de que mami o papi tienen otro compañero los vuelvan a ver solos de nuevo.
Por cuestiones de la vida mi primera unión matrimonial llegó a su fin luego de una larga convivencia. El hijo mayor iba para once y el menor para seis, los dos quedaron al cuidado de su madre y yo los veía cada fin de semana. Durante un tiempo estuve solo, luego conocí varias amigas, con alguna llegué a pensar que me podría establecer, a ellas siempre les hablaba de mis hijos, pero los muchachos no sabían de su existencia.
Luego conocí a la que es hoy mi actual esposa, con ella si sentía que las cosas tenían piso firme, que seguramente nos íbamos a establecer como pareja; cuando no tuve dudas hablé con los muchachos, les dije que era probable que empezara a vivir con otra persona y se las presenté.
Desde el principio tuve la suerte de que los muchachos se llevaron bien con ella, e igual me pasó a mí porque ella tenía un hijo de la misma edad que el menor mío. Eso ayudo mucho a la integración de todos porque entre los tres muchachos se fue estableciendo una relación de hermandad. Luego de un tiempo nació en esta nueva unión mi última hija y eso también consolidó la relación con los hermanos. Tenemos más de treinta años siendo una buena familia.
Si hay hijos adolescentes hay que ser muy cuidadoso, no pretender de buenas a primeras imponerles normas que vayan contra lo que ellos han conocido.
Recuerdo que en los años del liceo mi hija siempre acostumbraba a llevar compañeras de clases a la casa, muchachas adolescentes como ella, se quedaban a dormir y hasta pasaban días con nosotros. Muchas eran hijas de padres divorciados y un tema de sus conversaciones era lo difícil que se les hacía la relación con las nuevas parejas de sus padres o madres. También mostraban su preocupación y su deseo porque sus padres pudieran encontrar alguna persona con la que pudieran ser feliz, algo que todos merecemos.
Lograr la integración de hijos previos con las nuevas parejas es un gran desafío, para salir airoso hay que ser prudente, paciente y actuar con mucho amor.
Gracias por tu tiempo.
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We all want our union with another person to be a happy one, to last forever. It is desirable, the best for the children and for our emotional stability.
However, there are many reasons that put an end to this beautiful dream, and when faced with the possibility of maintaining a conflictive relationship, where no one benefits, and where existence becomes miserable, the healthiest thing to do is to opt for separation. A process that is always problematic, sometimes traumatic, and difficult to recover from.
But life goes on and the smartest thing to do is to let time do its job of healing wounds. So, it is quite normal that once we have recovered from that unpleasant experience we have the desire to try again and we dare to look for another partner.
When we have not had children everything is much easier, since we are the only ones who have to overcome our fears. In that case, if the new attempt does not work out either, it is easier to assimilate the situation.
If there are children involved, things can be more complicated. Children are vulnerable and if they are small even more so. It is up to us adults to make rational decisions, to evaluate the variables that we can, to think responsibly if the time has come to tell them that there is another person in our lives.
I think we should only do that if we have the firm conviction that it can be a stable experience. If not, if we ourselves have doubts, I think it is better not to do it.
Children always need affection, security and are easily attached to people, and it is not fair to them to subject them to frustrated expectations, that once they have the idea that mommy or daddy have another partner they will see them alone again.
As life happens, my first marital union came to an end after a long cohabitation. The oldest son was going to eleven and the youngest to six, both were left in the care of their mother and I saw them every weekend. For a while I was alone, then I met several friends, with some of them I thought I could settle down, I always talked to them about my children, but the boys did not know of their existence.
Then I met my current wife, with her I felt that things had a firm ground, that surely we were going to establish ourselves as a couple; when I had no doubts I talked to the boys, I told them that it was likely that I would start living with someone else and I introduced them to her.
From the beginning I was lucky that the boys got along well with her, and the same happened to me because she had a son the same age as my youngest. That helped a lot in the integration of all of us because a brotherly relationship was established among the three boys. After a while my last daughter was born in this new union and that also consolidated the relationship with the brothers. We have been a good family for more than thirty years.
If there are adolescent children, you have to be very careful, do not try to impose rules that go against what they have known.
I remember that during my daughter's high school years, she always used to bring home classmates, teenage girls like her, who would stay over and even spend days with us. Many of them were daughters of divorced parents and one of the topics of their conversations was how difficult it was for them to relate to their fathers' or mothers' new partners. They also showed their concern and their wish that their parents could find someone with whom they could be happy, something we all deserve.
To achieve the integration of previous children with new partners is a great challenge, to succeed one must be prudent, patient and act with much love.
Thank you for your time.
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