Son muchas las historias que se guardan de la experiencia de ser mamá, desde que están en nuestro vientre se van tejiendo con hilos de amor anécdotas, enseñanzas, aprendizajes, recuerdos, sustos y mucho más. En estos días, esas historias y recuerdos han ido apareciendo para sacarme una sonrisa de felicidad y nostalgia, al mismo tiempo. Desde que mi hija emigró hace dos meses, he estado limpiando su habitación, revisando, guardando sus cosas y entre tantas, siempre encuentro algo que me recuerda un hermoso momento vivido.
Hace unos días, revisando sus libros, encontré este que les muestro hoy. Es un libro de recetas que descubrí en una librería de nuestra ciudad, estaba escondido en la parte de atrás del estante. Cuando lo vi, no dudé en comprarlo, pues iba a ser mi aliado en todo el proceso que estábamos viviendo como familia. Se acercaba el día en que mi hija se iba a estudiar a otra ciudad y era perfecto porque contenía recetas sencillas que le permitirían asumir la responsabilidad de su alimentación lejos del hogar. Ella, apenas estaba aprendiendo a cocinar. En ese tiempo, antes de que se fuera, la enseñamos a hacer mercado, entre risas le enseñamos a diferenciar el cilantro del perejil, y así muchas anécdotas más que sazonaron su partida para estudiar.
Como papás, insistimos en que aprendiera lo más rápido posible porque queríamos que se alimentara bien, que planificara su tiempo para estudiar, cocinar y asumir las responsabilidades que iba a tener viviendo sola.
De pequeña, Sofi no dio muchos problemas para comer, como dicen, siempre fue buena boca, lo único que no le gustaba era caraotas, pero aunque fueran dos o tres granitos se comía, de vez en cuando. Lo que ella nunca se imaginó fue que en la universidad, iba a tener que comerlas sin rechistar porque era el menú de muchos días en el comedor universitario al que iba cuando no le daba tiempo cocinar.
Por acá, les comparto una foto de la dedicatoria que escribí cuando le entregué el libro para que lo guardara en la maleta que llevaba llena de sueños, de incertidumbres y algunos miedos. También, en esa maleta, llevaba mis palabras, mis consejos, llevaba un poco del amor de mamá y papá, y un pedacito de hogar.
Ver este libro de nuevo, fue recordar aquellos años de la época universitaria de Sofía. Unos años que sé que vivió al máximo, con sus altos y bajos, pero los mejores de su vida, pues estaba en el lugar que quería, que la hacía feliz y en el que se estaba forjando como mejor ser humano y como profesional. Cuando le conté que lo encontré, me pidió que se lo llevara cuando nos reencontremos. Así que ya está embalado.
There are many stories that are kept from the experience of being a mom since they are in our womb are woven with threads of love anecdotes, teachings, learning, memories, scares, and much more. These days, those stories and memories have been appearing to make me smile with happiness and nostalgia at the same time. Since my daughter emigrated two months ago, I have been cleaning her room, going through, putting away her things, and among so many, I always find something that reminds me of a beautiful moment lived.
A few days ago, going through her books, I found this one that I show you today. It is a recipe book that I discovered in a bookstore in our city, it was hidden in the back of the shelf. When I saw it, I did not hesitate to buy it, because it was going to be my ally in the whole process we were going through as a family. The day was approaching when my daughter was going to study in another city and it was perfect because it contained simple recipes that would allow her to take responsibility for her food away from home. She was just learning to cook. At that time, before she left, we taught her how to make a market, we laughed and taught her how to tell the difference between cilantro and parsley, and many other anecdotes that spiced up her departure to study.
As parents, we insisted that she learn as quickly as possible because we wanted her to eat well, to plan her time to study, cook and assume the responsibilities she was going to have lived on her own.
As a little girl, Sofi didn't have any problems eating, as they say, she was always a good mouth, the only thing she didn't like was beans, but even if it was two or three little grains she would eat, from time to time. What she never imagined was that in college, she was going to have to eat them without complaining because it was the menu of many days in the university dining room where she went when she didn't have time to cook.
Here, I share with you a photo of the dedication I wrote when I gave her the book to keep in the suitcase she was carrying full of dreams, uncertainties, and some fears. Also, in that suitcase, I carried my words, my advice, I carried a little bit of mom and dad's love, and a little piece of home.
To see this book again was to remember those years of Sofia's university years. Years that I know she lived to the fullest, with its ups and downs, but the best of her life, because she was in the place she wanted, that made her happy and where she was being forged as a better human being and as a professional. When I told him that I found him, he asked me to take him to him when we meet again. So he is already packed.
Agradecida a #Motherhood por la oportunidad de compartir en esta hermosa comunidad nuestras vivencias y experiencias vividas como padres.
Grateful to #Motherhood for the opportunity to share in this beautiful community our experiences as parents.
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