The spell of the nocturnal jet, comes to enclose the cabrillas of the low hours.
The insomniac fireflies begin to wander, lost in the labyrinths of memory.
Slowly and mysteriously the night arrives, loaded with its bundle of darkness and fear, far, far away, the echo of the absent screams can be heard and time makes a vacuum that runs through the back, cold knife lurking.
Gray night, endless grotto of the hours, a chorus of crickets, makes a bar to the lustful cries of a sensual kitten, who asks for love in the deserted hour.
Darkness, temple of the avernus where black birds dance disputing the remains of the day that fell asleep tired.
Only a star lends its light to illuminate the dead shutters, the moon in flight, has hidden its face behind a palisade of clouds, it will not return, there will be no moon to direct the fears.
If perhaps a voice that calls, a wandering walker that defies the hours, a dispossessed of torments, a body that is confused with the night itself, a flame that brings no light, it went out early, it is a tremulous and empty candle.
The darkness has divided the night into two fragments, one piece has been left moonless, the other in a throng of trembling hours waits for a first ray of sunlight, to remove the black blindfold from its blind eyes.
Darkness, give field to the look so that the day is reborn and you stay to stalk the new night, that although distant will make you the queen of new fears.
El embrujo del azabache nocturno, viene a encerrar las cabrillas de las horas bajas.
Comienzan a deambular las luciérnagas insomnes, extraviadas en los laberintos de la memoria.
Lenta y misteriosa va llegando la noche, cargada con su fardo de oscuridad y miedo, lejos, muy lejos, se oye el eco de los gritos ausentes y el tiempo hace un vacío que recorre la espalda, navaja fría acechante.
Noche gris, gruta interminable de las horas, un coro de grillos, le hace barra a los lujuriosos gritos de un sensual minino, que pide amor en la desierta hora.
Oscuridad, templo del averno donde danzan aves negras disputando los restos del día que se durmió cansado.
Solo un lucero presta su luz para alumbrar los postigos yertos, la luna en fuga, ha ocultado el rostro detrás de una empalizada de nubes, no volverá, no habrá luna para encaminar los miedos.
Si acaso una voz que llama, un caminante errante que desafía las horas, un desposeído de tormentos, un cuerpo que se confunde con la noche misma, una llama que no trae luz, se apago temprano, es un candil tremulo y vacío.
La oscuridad ha dividido la noche en dos fragmentos, un trozo se ha quedado sin luna, el otro en un tropel de temblorosas horas espera por un primer rayo de sol, que le quite la venda negra de los ojos ciegos.
Oscuridad, dale campo a la mirada para que renazca el día y tu te quedes a acechar la nueva noche, que aunque lejana te hará la reina de los miedos nuevos.
