Noches de intenso brillar,
aún recuerdo tu palpitar,
el ritmo sudoroso de tu piel,
cuando con tan solo rozarla,
la hacía temblar y estremecer.

Eran días de primavera dulce,
los que cobijaban nuestro gran amor.
Sentimiento que nació sin pensarlo,
cuando nuestras miradas se cruzaron
en aquel encuentro anhelado,
que al paso de los días
se convirtió en piel y pasión.

Pasión que creía eterna, envuelta en el verdadero amor,
días de primavera plena, pasando por estaciones,
y que de pronto un día en otoño se nos convirtió.

De flores blancas y cielo azulado, tan inmenso y generoso,
hoy tan solo hojas caen y atardece
dejándome con tu ausencia, fría y triste,
tantas cosas prometiste, y sin decir adiós,
jamás me las cumpliste.

Tardes de otoño entristecidas,
hojas que llenan el piso de mi vida.
Hoy no sé donde estás, ya no más a mi lado.
Me dejaste con este amor profundo y desesperado,
con mi pecho lleno de angustias y de un sentimiento
que ya más nunca podrá ser entregado.

Tan sola me dejaste, hoy mi alma llora,
en una partida no esperada,
como las olas que vienen del mar y van a la playa,
en un vaivén de soledad y atardecer.
Mis ojos ya no te pueden ver, pero mi alma si sentirte,
en este otoño profundo y triste,
en el que convertiste mi vida, desde el día en que te fuiste.

Sola y triste miro a lo lejos,
ya de ese inmenso cielo que nuestras pieles abrigó,
en tantos y tantos anocheceres de pasión,
hoy tan solo quedan hojas caídas,
los pedazos de mi alma triste y ya perdida,
que llora desde su inmensa soledad, tu cruel partida.

Siento que en realidad nunca te fuiste,
pues cuando se ama el ser amado queda contigo,
en cada recuerdo, cada suspiro,
y a donde vaya, ahora y siempre,
yo te llevaré conmigo.