Ola de calor - Mi participación en "Cuéntame una historia"

Caminé de forma errática por el supermercado, mirando los estantes sin mirar realmente nada; deteniendome algunos instantes frente a los enlatados, pero sin detallar lo que contenían las coloridas latas. La verdad, no había entrado para comprar nada, tan solo escapaba de la locura, solo quería aprovechar el aire acondicionado.

El calor insoportable llevaba casi un mes derritiendo mis neuronas, era tan enloquecedor que hasta pensé en endeudarme para comprar un aire acondicionado que me salvara de los 31 grados centígrados que se sentían como 36 (si es que eso era posible); quizá vender mi única posesión valiosa, el anillo de oro de la abuela. Aquella tortura solo podía combatirse tomando varias duchas al día, pues los ventiladores solo redistribuian el aire caliente por la casa, sin mejorar nada el asfixiante ambiente.

Hoy, no habia podido trabajar ni 10 minutos en la computadora y teniendo que escribir 3 reseñas para mañana, pero sin lograr concentrarme y es que todos mis trucos fallaron (mejor dicho no pude usarlos), pues habían cortado el agua desde la madrugada y sin mayores explicaciones (nada realmente raro en esta ciudad), y aún con el ventilador en la ventana tratando de meter el aire fresco, pero es que no había aire fresco. Me encontré varias veces en modo zombie mirando dentro de la nevera como si hubiera perdido algo adentro, hipnotizada por la tenue frescura de su interior, pero ¡Puf! se había ido la luz.

Antes de que la locura me hiciera destruir lo poco que tengo en casa, me recogí el cabello en un moño alto y salí de allí. El calor asfixiante de la calle me golpeó con furia, lo sentí en la piel, quemando sin piedad; tan fuerte, que por un instante que pensé en volver a entrar. Alguien gritó algo que no entendí desde la acera de en frente y vi que el supermercado si tenía electricidad —¡Bien!— pensé y crucé veloz aprovechando que no venía ningún vehículo.

No sé por cuánto tiempo diambulé por los pasillos, supongo que demasiado porque un empleado se acercó para preguntarme si estaba bien y si necesitaba ayuda. Debí sonrojarme demasiado porque lo noté incomodarse. Creo que respondí que estaba bien, al mismo tiempo que en un impulso estiré mi mano para tomar un paquete de la estantería —Encontré lo que buscaba— le dije un poco azorada y caminé hacia la caja para pagar la pequeña bolsa roja, cuyo contenido ignoraba por completo. Menos mal que había traído la tarjeta de débito, porque aquel minúsculo paquete no fue nada barato, pero estaba demasiado apenada para dejarlo atrás.

Cuando salí del supermercado, del sol apenas se veían unas pinceladas naranjas en las nubes, fue entonces cuando supe que llevaba demasiado tiempo ahí. Me sentí como una loca y juro que pensé que había perdido totalmente la razón. Al entrar en casa escuché el ruido del agua que volvía y fui a ducharme; recordé los artículos que debía escribir y como ya la luz había vuelto me senté a ello. Cuando mi reloj sonó marcando la media noche, mi estómago rugió aún más alto y recordé que no había comido nada desde el almuerzo. A mi izquierda brillaba el empaque rojo metalizado, cubierto por símbolos y letras que parecían ser chino (aunque también pudo ser turco, ruso o extraterrestre, para mí hubiera sido lo mismo), ese misterioso paquete que había comprado sin mirar en el supermercado... y en mi interior se formó una plegaria para que fuera algo comestible, así que sin pensarlo más lo destapé. Adentro habían unas bolitas, parecía maní caramelizado, de ese que venden al granel en los abastos árabes.

Comer o no comer, he ahí el dilema. ¿Y si el apetitoso maní caramelizado era mata ratas? Mi estomago volvió a rugir y yo decidí, finalmente hacerme una arepa. Entonces fue cuando recordé que podía usar el traductor en mi teléfono (siempre que no fuera extraterrestre aquel idioma), tan solo para descubrir que aquello era simple maní caramelizado, demasiado normal para lo costoso que había resultado. —Definitivamente si no cesa el calor me volveré loca— dije pensando en voz alta, antes de empezar a reír como si realmente ya hubiera perdido el juicio. Comí el maní y me fui a dormir rezando por un día de lluvia.

Esta es mi participación de esta semana para cuéntame una historia, espero que les resultara interesante. En esta ocasión invito a @evagavilan2 y @gerneth96 para que se atrevan a participar.

Imágenes de mi autoría, tomadas con teléfono Redmi 9a.

H2
H3
H4
3 columns
2 columns
1 column
1 Comment
Ecency