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☀️ Los Secretos de Greta

Hoy llegan nuevos inquilinos a ocupar mi casa. De algún modo, esto me tiene muy emocionado, porque de nuevo, ya no estaré solo. Gracias a las gestiones de la siempre diligente Greta, el contrato de alquiler fue firmado y mis nuevos huéspedes podrán ocupar los espacios de mi residencia.

Han pasado algunos meses y la soledad ya me estaba hastiando, pero pronto, eso terminará. Disfrutaré sentir otra vez la cercanía de la compañía humana y podré deleitarme con las nuevas e interesantes experiencias que, de seguro, viviremos.

Ya mis huéspedes están aquí y me siento encantado de ver que se trata de una hermosa familia. Mientras Greta conversa con el Señor Fernández, dando los últimos detalles para su estadía en mi hogar, la Señora Fernández se admira de la espaciosa sala y el imponente cuadro que la adorna. Sereno e inmóvil, yo me complazco en la joven chica que se acerca a verme. Su fresco y lozano rostro, contrasta con su cabellera lisa y castaña, perfectamente peinada y la cual adorna un lindo broche de color rosa. Sus delicados labios rojos hacen juego con su reluciente piel blanca, mientras que el verde topacio de su brillante mirada, enerva mi sentir cuando se encuentra con la mía. Sí, Claudia, a sus 18 años, es hermosa.

Fue un encuentro tan fugaz que no me permitió hacerme notar. La veo alejarse muy risueña al ser requerida por sus padres. Mientras se dirigen a la cocina, cada paso de Claudia, mientras se aleja, es como un vendaval de ondas inquietas que siento muy profundo en mí.

La familia Fernández celebra el inicio de una nueva etapa habitando mi propiedad. Para ello, disfrutan de un suculento desayuno en el área de la cocina, con Greta como anfitriona. El oloroso café se sirve en las tazas y la dulce mermelada extraída del tarro, es untada en el pan tostado. Claudia inquiere sobre mi solitaria presencia en la sala, donde nuestras miradas se encontraron. Greta le explica que no debe preocuparse por mí, ya que, según su apreciación, no seré ninguna molestia. Sin darse cuenta mientras habla, Claudia se mueve al encuentro con la última parte de mi ser, cuando, curioseando entre los estantes vacíos, de nuevo su mirada, se posa sobre mí.

Su grito alterado despierta el interés de todos en la cocina. Este se convierte, primero en sorpresa y luego en espanto. Allí, en el fondo del estante, los ojos de cada uno de mis inquilinos, se encuentran con el resto de mi presencia y lo que me mantiene atado a este hogar. El perfecto y brillante globo ocular de mi ojo derecho, yaciendo en el fondo del frasco con formol, como si de una prisión de cristal se tratase. Todos quieren una explicación, pero Greta ha tomado una decisión. No dejará testigos.