El invisible
Imagino que la verdadera preocupación apareció cuando empecé a culpar a mi amigo invisible de algunos hechos extraños que comenzaron a suceder:
_¿Quién rayó las paredes? –preguntaba mi madre sorprendida antes los garabatos enigmáticos.
_Fue el niño invisible –señalaba yo tranquilamente, como si aquel niño fuera una presencia familiar en nuestra vida.
El problema se acentuó cuando las maestras de mi escuela se enteraron de aquella existencia imperceptible:
_¿Quién le rompió el cuaderno a Juan, quién le quitó sus monedas a Jairo, quién escribió eso en la pizarra?, me preguntaban las maestras con ojos acusadores.
_Fue el niño invisible –respondía de la manera más inocente.
Fueron ellas las que hicieron que mi madre me llevara al médico y cuando él me preguntó:
_¿Y tú puedes ver a tu amigo invisible? –sin dudarlo respondí.
_No puedo verlo, pero puedo escucharlo –respondí sin mentir.
Entonces pasó el tiempo y ahora estoy entre estas cuatro paredes:
_¿Quién robó, quién hirió, quién mató? –preguntan los policías.
_Fue el niño invisible –respondo con las manos esposadas porque nadie me cree y dicen que el niño invisible soy yo.