Monolito

Monolito

"Libres de crear su propia verdad, libres de buscar y encontrar. Yo creo en el monolito, porque proviene del más allá…"

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Y no pude dejar de pensar en el monolito. Pantalla de granito y sílice, estrato de gran altura, al que solo pueden llegar las drizas de la mente y la rasgadura vestimenta descrita bajo la misma piel. En un panel ébano fruncido mi cuerpo en escalada se suspende a merced del girón. Girón único, delgado sostén, proveniente desde arriba como una escalera al cielo que mora en el vacío del saber. Monolito, roca de extraño origen caída del cielo, homogénea formación que apunta a su galaxia. ¿O, es una galaxia en sí?, ¿Una nebulosa, que desde la tierra, asienta su halo en el firmamento?. Cúspide de arcángeles, sin reino. Donde escuchar su canto evanescente conduce hasta las nubes sin remedio, más allá de la intemperie, más cerca de los dominios de la muerte... Poco más, que mi fútil abstracción. Excelso es, preeminente, distante de toda realidad. Es una forma de ausencia del cuerpo, cuando mis ojos extasiados se dirigen a la nada solamente aupados ante la vulnerabilidad. ¡Así, ha de ser lo divino!, ¡Así, ha de ser la absoluta divinidad! Sobrecogimiento y descanso, elixir panacea espiritual como anti nostálgica fórmula, condonada, absuelta del sufrimiento. Porque descubrí que en ti no existe el miedo. Y si no existe el miedo, ¿Para qué, la hoz de la muerte? De nada servirá morir, cuando el terror se convierte en la vida y la pena pasa a ser el máximo sufrimiento.

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Y no pude dejar de pensar, con las drizas de la mente y la rasgadura de la misma piel. Subido al monolito donde no hay regreso ni razón para volver. Donde el tiempo se detiene como cada noche, como cada vez que dejo este mundo frío y maltratado, convertido en el sombrío hombre que siempre quiso ser. Quién no tiene lugar para disímiles porque piensa que en el fondo, todos sentimos igual. Igual, a mi deseo de escapar. Condenado a traspasar la pared del monolito, sin poder sentir ni saber, sin poder llegar a amar alguna vez. Después de tantas veces, después de tanto chocar y caer. Te das cuenta que sin dolor no sufres. ¡Y vivir sin sufrir, es imposible!, y será lo más parecido a la muerte visto con el ojo de mi alma triste. Entonces surge el plácido frenesí, aquella vez, cuando su orla de quietud se perdía en el andén recuerdo. Rumbo al perfectible lugar donde nunca pernoctó el espíritu; donde jamás dispersó su éter lánguido y su sobre saturada pasión por lo efímero. El monolito. Ahora, inmerso en deseo, mi corazón quiere entrar pero no puede y en tan solo un minuto, con la rasgadura de la misma piel, escapo y estoy dentro. Alimentado a gotas, de su néctar olvido, en un capullo de su florecer. Maldito nómada, abandonando el cuerpo y saltando de uno en otro, poniéndome en su lugar, como tratando de volver a nacer, hasta que lo logra. A través de la expandida mente y su centro, donde todo lo puede, superlativo grado exponencial perdido en la huella de un melancólico desierto. ¡Y a mi lado lo veo!, creo más en él, me siento un hombre nuevo, junto a la pantalla de granito y sílice, del monolito, que abre su entraña y por mí, deja ver su seno.


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Fue imposible abandonar el monolito atrapado en el interior, en vano era, violentar su pared. Tabique de atómica composición, encierra el núcleo de toda la verdad. Incorruptible, sin mentira alguna que en él pueda recaer. El monolito todo lo ve, todo lo sabe y nada se puede escapar de él. Generaciones perdidas, como el atlante, los pecados de Pompeya y las guerras turcas por la ansia de poder. La sangre corrió en tu superficie, te ríes de pandora y de los mitos de sodoma. Tu origen es en el espacio, y fueron míticas las voces, voces de quienes viviendo en plenitud abandonaron la cordura y se alejaron de toda razón de ser. Vivieron bajo el jardín colgante, navegaron en góndola y el féretro dorado de su antepasado lo escondieron para que nunca pudiera perecer. Creían en el más allá, llenaban con flores las cuencas, colocaron dos monedas de oro en cada ojo del difunto ancestro y acentuaron su mueca. ¡Lo tenían todo!, nada les pudo faltar. Y fue la túnica arrancada por la idolatría que lanzada a las aguas del océano, luego hizo que se ahogaran en él. Es mi convicción, cuando escucho sus gemidos, sus lamentos y risas, y sus gritos hundidos en el monolito. El cual espera por mí y yo espero entrar en el abismo. Algún día pienso alcanzar su cumbre, un reto más grande de lo que un hombre pueda llegar a ser, es lo que necesita, para superarse a sí mismo. Pero ese llamado, de los dioses, no lo pienso obedecer. Yo nunca haría nada por quien no ve. ¡Yo solo creo en el monolito!, porque los dioses son del hombre y el hombre no es capaz de llegarlo a comprender. Por tanto, estoy dispuesto a perderlo todo. Si es preciso, perder, una y otra vez.

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Chocaré contra ti, mil veces, hasta ser digno de entrar. Y soñaré otra vez ese sueño: Cuando el viento ondeaba mi dolor, y mi dolor ondeaba en él. Cuando los años fueron marchitos, pasando sobre mí, hasta que fui un viejo, tan realmente viejo, como alguna vez se pueda llegar a envejecer...

¡Así fue, que en mi sueño vi!. Al monolito venir, tomándome en su regazo, con su halo, me hizo joven otra vez. Fue mi vida sucesiva, tal vez para mi desgracia. Mi hogar entorno a un valle, donde al fin pude mirar al cielo. ¡Como en un primer tiempo!, Otra vez el monolito, proveniente del espacio, caía en la tierra sin remedio...

"Estrato de gran altura al que solo pueden llegar las drizas de la mente y la rasgadura vestimenta descrita bajo la misma piel".




FIN






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