Durante muchos años había una epidemia en un pueblo muy lejano llamado " La Azulita" conocido como el pueblo ecológico de América, el color azul de sus montañas sorprendían las miradas de todos cada mañana. La epidemia parecía que podía desaparecer pero a medida que iban pasando los años la situación empeoraba, y el azul de las montañas se perdía en el tiempo, casi nadie las veia.

       Había un señor en el pueblo llamado Fernando García. Vivía solo en una calle muy angosta, y todas las tardes se sentaba en la puerta de su casa en una silla envejecida, casi sin color, en donde se secaba el sudor de aquel hombre solitario de tanto estar sentado esperando a su hijo Joaquín.

       Joaquín era un jóven inteligente y muy curioso, todo lo preguntaba. Él no vivía con su padre, pues desde pequeño se separó de él porque su madre tuvo que tomar un rumbo diferente en su vida, tenía que luchar por su hijo Joaquín, debido a que Francisco pasó mucho tiempo sin poder sostener los gastos de la casa, entonces su madre decidió marchar, pero Joaquín antes de despedirse con lágrimas en su rostro le dijo a su padre que lo amaba y que volvería a estar con él.

       1 año despues en día de verano, Francisco estando en su silla sentado, pensando en el regreso de su hijo, se levantó rápidamente y se puso a acomodar la casa, era como si sentía que él volvería en ese momento y por primera vez después de tantos años la casa de Francisco se veía hermosa. Adornó una mesa con un racimo de flores en un jarrón que era de su esposa, era lo único que le había quedado de recuerdo de aquella bella dama que alguna vez tanto lo amó.

       Ese día Francisco, luego de limpiar la casa, como de costumbre se volvió a sentar en su silla a contemplar la calle, se escuchaba el sonido hermoso del canto de los pájaros, esta vez se sintió acompañado y miró al cielo diciendo: "Hijo ¡cuanto te extraño!". El sol ya casi se ocultaba y Francisco decidió ir a cenar algo para ir a descansar. Se quedó dormido profundamente hasta el otro día.

       Joaquín pasó años con la ilusión de volver a abrazar a su padre, y tomo la decisión de ir a verlo sin saber si lo podría encontrar en aquella casa donde dejó sus lágrimas en el suelo y una mirada llena de tristeza por separarse de él, su padre era su mejor amigo. Por fín llegó a la casa, tocó la puerta pero no se escuchaba nada, eran las 10:00am y el sol estaba muy intenso, entonces Joaquín se sentó en la silla un rato y mirando al piso se encontró con un papel que decía: "Joaquín mi corazón está contigo", era un mensaje de su padre que había escrito en uno de esos momentos de soledad, quizás se le salió del bolsillo. De pronto Joaquín escucha que abren la puerta, y allí estaba Francisco frente a su hijo, los dos se quedaron viendo fijamente y a pesar de que pasaron los años, Francisco nunca pudo olvidar el brillo de la mirada de su hijo, pero esta vez esa mirada estaba empapada de lágrimas, lo reconoció y dijo:" Volviste hijo" y Joaquín le respondió : "Si papá, soy yo, volví , y vine a quedarme". En ese momento se abrazaron, se contaron muchas cosas, rieron y lloraron, compartieron juntos un día maravilloso.

       Francisco estaba enfermo, pero su deseo de querer ver a su hijo nuevamente lo mantuvo con vida por mucho tiempo. Una mañana estaban los dos conversando, Francisco en su silla envejecida y Joaquín en un banquito adecuado a su estatura, de repente Francisco sintió muchas ganas de toser y lo hizo, no paraba de toser, Joaquín le buscó agua para calmarlo y nada, Francisco no pudo más y quedó aficciado, en ese momento Joaquín sintió un dolor tan grande que quería morir, tanto tiempo sin poder estar con su padre y la muerte se lo llevó. En ese momento Joaquín paró a su padre de la silla desesperado y llamó a una ambulancia, la ambulancia tardó un poco, pero llegaron.

       Joaquín sabiendo que su padre ya no iba a estar más juntona él, se sintió destrozado y se quedó sentado en la misma silla donde su padre tanto lo esperó y le dijo al paramédico: "Hagan con mi padre lo que sea correcto, yo me quedaré aquí en esta silla esperando que algún día me toque encontrarme nuevamente con él. Así fue, Joaquín pasó el resto de su vida solo, y cada día se sentaba en la silla de su padre a recordar los pocos momentos que pudo compartir con él, hasta que llegó su final y por fin pudo ver a su padre de nuevo en el paraiso.