El ocaso de un payaso, relato corto.

El ocaso de un payaso.


Las luces de la pista y el anuncio del maestro de ceremonia a su espectáculo era una inyección de vida y alegría, sentir las voces que ovacionaban lo hacían sentir la estrella que era en toda su máxima expresión, salir y hacer sus escenas y sacar carcajadas cada función le hacían sentir que su vida tenía sentido, vivía por y para el circo, sus compañeros de pista eran su familia y la carpa era su hogar; ir de aquí para allá y conocer tantos lugares y personas pero ante todo la emoción de las funciones lo eran todo.

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Pixabay Caluga.

César así se llamaba, digo llamaba por que ya no está, el payaso Caluga, cuantas risas, cuantas anécdotas, mi maestro en el arte de hacer reír, la vieja escuela era lo suyo, los chistes blancos esos que pueden oír los niños y reírse libremente sin tener que ver las caras de los padres preocupados al no saber cómo explicar, me recibió en el circo y hasta intercedió por mi sin conocerme para que me dejaran quedar, siento que me adoptó como el hijo que jamás tuvo, cada día me enseñaba cómo cambiar mi voz, como golpear sin hacerlo y también como caer con gracia y sin dolor, sin duda él era el mejor.

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Pixabay Caluguita.

Mi primera función llegaba y hasta dudé de salir a la pista, tomó mi mano y me llevó, no tenía nombre y el maestro de ceremonia sin saber cómo llamarme solo escucho el murmullo de mi maestro, Caluguita, la emoción me embargo me daba su nombre, significaba que era su hijo en la pista y en la vida, al fin tenía una familia.

Pasamos años yendo de ciudades a puertos, caminamos por las playas, vimos el mar, sentimos la brisa y disfrutamos los ocasos, otra veces el frío o la nieve era nuestro paisaje y de igual manera los disfrutamos, el calor de hogar se sentía y las risas me nutrian igual que a él, éramos iguales y se sentía bien; más años llegaban y Cesar Caluga se hacía más viejo, su amor por el arte de ser payaso lo mantenían activo, los achaques ya estaban presentes, artritis y alzheimer de forma moderada aún era algo con lo que lidiabamos ahora, podía olvidarse de todo pero sus rutinas eran algo que jamás fallaban, nunca olvido una línea, nunca olvido una escena, nunca olvidó que su propósito era hacer reír y nada más.

Papá César empeoraba habían ocasiones que desaparecía y debía buscarlo la preocupación era cada día más grande, le dije muchas veces que nos fuéramos y nos quedáramos en un hogar fijo, que trabajaría y estaríamos bien, pero él jamás aceptó decía que alejarlo del circo lo mataría y nos quedamos por 2 inolvidables años más.

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PixabayCaluga

Anoche fue la última función, creo que sabía que ese sería su acto final, el ocaso del payaso, cuantas risas sacó, su mejor acto en toda la historia y fue tu ocaso querido padre Caluga y hoy entre tu gente, en tu hogar la carpa que tan feliz te vio ser te doy la despedida, este fue tu ocaso más se bien que saldrá el sol allá en el cielo donde harás tu función y seguirás sacando infinitas y alegres risas.


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