Iniciativa Filosófica-En la búsqueda de un sentido en medio del sinsentido de la vida.

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La vida va ocurriendo, nos van sucediendo cosas día tras día, tomamos ciertas decisiones, caminamos por determinados senderos, pero rara vez nos detenemos a replantearnos el camino. Quizás lo hacemos pero solo cuando nos vemos angustiados frente a una realidad que nos supera, es decir, todo abismo nos invita a la reflexión.

Por ejemplo, saber que vamos a morir nos mueve de manera abrupta, o desconocer de dónde venimos también nos hace pensar en el génesis de nuestra existencia. El pensamiento profundo parece estar asociado a la angustia. Pero hay otras circunstancias que nos pueden mover a reflexiones lo bastante profundas que podríamos denominarlas reflexiones filosóficas.

La filosofía tiende a detenerse frente a la obviedad, el sentido de la vida a veces puede parecernos obvio, pero ese espejismo es generado por la velocidad de la vida, solo cuando nos detenemos, el pensamiento se nos presenta como ese tomar distancia y pausa frente a la vida.

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Detenernos y mirarnos, descubrir que el sentido de la vida nos fue arrojado, nunca fue tomado por iniciativa propia o por voluntad movida por la razón vital. La sociedad nos dio por sobreentendido un espejismo de sentido y detenerse frente aquello que hasta hace poco parecía “normal” da un profundo vértigo, porque nos asoma en el abismo que somos.
Somos un abismo, somos un horizonte siempre abierto de sentido, darnos el sentido de manera autentica es un ejercicio filosófico y me atrevería afirmar que todos los pensadores de la historia de la filosofía, desde Tales de Mileto hasta los que hoy se dedican a la filosofía han intentado brindarse una vida autentica de sentido con el ejercicio de la filosofía.

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Perder el sentido es encontrar uno propio, no se trata de caer en las nocivas preguntas que están de moda, tales como ¿Lo que haces hoy te llevará a donde quieres llegar mañana? o pensar en afirmaciones inmaduras como ¡Naciste para ser feliz! Esta quizás ha sido la afirmación que mas infelicidad ha causado.

No nacimos para esto o aquello, no somos un guión con final predeterminado. Somos ese “ente” de extraña procedencia y arrojado a un sinsentido, que de manera agónica nos mueve en la construcción de un sentido propio. La sociedad nos pintó una idea de aglomeración, de seres en compañía, ciertamente no estamos solos en un nivel existencial, estamos solos en nuestra propia búsqueda. Pero la sociedad como idea, como proyecto nos engañó, quizás no de manera intencional, pero nos mostró la idea de un sentido amplio en el cual todos podemos entrar si lo deseamos.

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En sentido estricto nacimos para morir. Eso que sucede entre los dos abismos (nacer-morir) que llamamos vida, procuremos sea autentica. No dejemos que otros nos piensen, que otros nos digan que hacer, como vivir, que usar y como usar, que no nos digan que soñar, o que aspirar.

Pensemos por nosotros mismos…

Claro, si estás dispuesto a cargar con las consecuencias. Ya lo decía Nietzsche en su texto “Así habló Zaratustra” en las tres transformaciones del alma: Camello, León y Niño. Aunque una de las interpretaciones de ese apartado es en tono histórico, es decir, cada animal representaba de algún modo un periodo determinado en la historia, hoy quiero pensarlo que cada animal presenta estados de cada alma en su búsqueda de sentido.

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Somos Camellos (animales de carga) cuando cargamos con lo dado por la sociedad sin cuestionamientos, cuando somos conducidos por otros, guiados a quien sabe donde porque las riendas no las llevamos nosotros mismos. En donde nací popularmente se dice:

“Una cosa dice el burro y otro el que lo va arriando”

Somos Leones cuando cansado de ser Camellos, nos revelamos y pasamos a ser animales de caza, con fuerza para salir de la muchedumbre de sentido, pero aun no somos del todo libres o autónomos.

Y por último somos Niños, cuando asumimos la vida como un juego, donde nos divierte y asombra todo, pero sobre todo, somos niños cuando creamos nuestras propias reglas en este sinsentido que es la vida. Donde jugamos por jugar, no con la pretensión de ganar algo.

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En resumen, la vida en su sinsentido debe ser asumida con diversión, con ánimo de juego y de creación. Aunque llegar a tal punto de conciencia puede generarnos estados depresivos o angustiantes porque en la costumbre de pertenecer a los muchos, despegarnos de tal espejismo y darnos cuenta que es un espejismo, y que nos puede doler el despegarnos de él. Ese es un trauma vital, necesario para la vida autentica.

Gracias por llegar hasta aquí, y leerme. Tu atención es muy valiosa para mí.

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